VALDERRAMA / ARCÁNGEL 15 de junio, 2011 – Teatros Canal – Madrid
“Juventud y tradición, afición y amor al arte”. Así se nos presenta a estos dos artistas en el folleto que condensa las numerosas actuaciones del festival Suma Flamenca. Y no les falta razón, porque tanto en Juan Valderrama como en Arcángel hay mucha tradición, mucha juventud –que es garantía de grandes hazañas– y mucha pasión por lo que hacen. Dicho esto, hay que matizar las dos propuestas y poner a cada uno en su justo precio. Uno en la canción aflamencada, de indudable belleza pero de escaso repeluco, y otro en el flamenco verdadero, ese que tanto nos pellizca y nos tiene a su merced. Es el decir flamenco de Valderrama muy blanco, muy blando, muy dulce, con caricia de algodones, pero que no llega a las asaúras, ni conmueve, ni emociona. El de Arcángel sí te apuñala, con punzones de alabastro; sin dejar de ser, también, voluptuosamente acariciador.
Comenzó Valderrama con un bolero que para él escribiera el cantautor Luis Pastor, y que es una declaración de principios o una carta de presentación: “Me llamo Juan Valderrama”. Siguió por tangos, bulerías de pretendida crítica social, tanguillos — de las salinas…, para, entre otros temas de tono marchenero, terminar por fandangos de la casa, del Sevillano y de Vallejo. Entre medias, una seguiriya y una malagueña que fueron lo más cabal y enjundioso de su repertorio. Su voluntariosa entrega y su desparpajo de artista son indudables, así como la belleza alegre de los temas que interpreta (muy bien secundado por las guitarras extraordinarias de Daniel Casares y Rubén Levaniegos), pero para llegar a lo más jondo creemos que le falta un trecho. Se echa en falta, por ejemplo, que suelte el micro y empiece también a quejarse con las manos.
Arcángel principia su concierto muy suave, para ir poco a poco agigantándose. De sus conocidas bulerías del “limón amarillo” pasa a la caña, con lo que empieza a darla. Se pasea por Levante y por Málaga antes de recalar en Cádiz con unas alegrías portentosas, posiblemente las más lucidas y más flamencas que puedan escucharse hoy. Que no se nos olvide anotar que también son prodigiosas, por su naturalidad y su armonía, las alegrías que hace Miguel Ángel Cortés, – – su guitarrista, con el sutil acompañamiento de los Mellis y Agustín Diassera, para que respire el de Huelva. No pasó por alto Arcángel el cante por seguiriyas y por soleá, de ejecución magistral; y, por supuesto y de remate, los fandangos de su tierra, que son canela pura si se tiene buen paladar. Con estas credenciales y con ese sabor, es inevitable que el público se ponga en pie y aplauda a rabiar, porque no le queda otra.
En resumen: que Valderrama no se me enfade y siga peleando, porque voz y entrega no le faltan; y que Arcángel nos siga regalando sus esencias, como las de esta noche, en la que cantó con especial regusto. Tal vez fuera porque dedicó el concierto a su santa madre y al gran Morente, que se fueron; y a su pequeño Enrique, que está llegando.
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