El homenaje que inaugura el XXVI Festival de Jerez
Las campanas dan las doce, el sol es abundante y un nutrido grupo de gente se arremolina en el barrio de Santiago. No van a misa aunque profesen alguna fe; tampoco esperan ver salir al Prendi, aunque para eso quede poco. Las miradas agitadas se cruzan con avidez. Alguien se acerca a un micro, un recitado suave exige melancolía y teletransportación. Después, suena un martinete. Aquí y así comienza la 26 edición del Festival de Jerez, con tres puntos clave sobre el mapa emocional de José Manuel Caballero Bonald.
Fallecido durante la pasada edición del certamen en mayo de 2021, Pepe, tan escritor y poeta como profesor, divulgador y pensador flamencólico, recibe un homenaje con forma de paseo cantado (y recitado por la poeta Josefa Parra) y que establece tres lugares entresacados de sus memorias o de entre sus afectos íntimos, como lo fuera su amigo Manuel Soto Sordera, punto de partida de la ruta. Precisamente ante su busto, en la plaza del barrio de Santiago, cantó por martinete uno de sus hijos, Vicente, y recordamos para qué estábamos allí, para celebrar la vida de quien supo comprender y contar su tierra, dejándolo por escrito en letras de toda altura en obras reconocibles y, donde mejor se aprecia el pelaje de cada ser: en sus propios actos.
El guion, que lleva el sello inconfundible de José María Velázquez Gaztelu, dirigió después la peregrinación hacia el Cabildo Viejo, en la plaza de la Asunción, donde aguardaban Jesús Méndez y Melchora Ortega, acompañados por Manuel Valencia (que, por cierto, no desperdicia ninguna ocasión para demostrar lo bien que custodia). Como cúlmen, la mezquita del Alcázar, con Lela Soto Sordera y David Lagos, acompañados de Juan Diego Mateos, el baile de Andrés Peña y las palmas de Javi y José Peña. Si los rasgos distintivos de cada espacio (la distribución, la luz, la reberveración del sonido) graduaron la atmósfera acorde a los cantes elegidos, en esta última estación hizo las delicias del respetable: no sólo por la calidad de los artistas que allí esperaban -de sobra conocida-, sino por la intensa belleza del lugar que, con sus juegos de luces y sombras y el correr del agua, inducía al nirvana y a la contemplación. Todo un acierto esta ruptura del formato clásico que trae momentos de magia, sorpresa y conexión. Este Recordando a José Manuel Caballero Bonald continuaría al día siguiente en la bodega González Byass con el mismo elenco. Eso sí, Breviario del vino mediante, y con el que todo sabe mejor. A nivel musical asistimos, pues, a una ampliación de lo escuchado en el paseo. Eso sí, con una puesta en escena comunitaria que le dio mayor empaque al asunto. Quizá el apoyo de un trabajo audiovisual, una evocación más cercana a su imagen o a su voz, hubiera acabado de redondear este reconocimiento que ojalá sirva para pactar contra el olvido y para que el aroma de Pepe, su posicionamiento político y vital, permanezca con ardor en el flamenco de Jerez, de donde viene.
Galería fotográfica – Tamara Pastora
Galería fotográfica ‘Una copa con Pepe’ – por Ana Palma