V
Festival Memorial Niña de los Peines “Al Gurugú”
9, 10 de junio, 2006. Plaza
del Santo Cristo. El Arahal (Sevilla)
DONDE EL LEVANTE VENCIÓ AL
PONIENTE
Cante: Arcángel, Rocío Segura. Guitarra: Miguel
Ángel Cortés, José Luis Postigo, Salvador
Gutiérrez, Rafael Rodríguez. Baile: Andrés
Marín, Milagros Mengíbar. Percusión:
Antonio Coronel. Cante: Enrique Soto, Emilio Cabello, Manuel
Sevilla.
Este fin de semana las voces de Rocío Segura
y Arcángel, junto con el baile de Andrés Marín
y Milagros Mengíbar han clausurado con gran éxito
el Festival “Al Gurugú”, en memoria de
Pastora Pavón “Niña de los Peines”,
que desde hace cinco años viene celebrándose
en la localidad de Arahal, un digno colofón a las actividades
que iniciaron el día 6 de junio en este acogedor rincón
de la campiña sevillana, donde igualmente se rindió
un emotivo homenaje a la Flamencología con sendos galardones
en reconocimiento a su trayectoria en pos del arte flamenco
a Félix Grande, José Blas Vega y Antonio Murciano.
La noche no se presentaba propicia para la celebración
de un evento flamenco, pese a estar convocados en el marco
incomparable de la Plaza del Santo Cristo de Arahal, con la
bella Iglesia de la Misericordia como telón de fondo,
la cual data del primer tercio del siglo XVI, pero el hecho
de estar al aire libre con una más que ligera brisa
del este, nos presentaba ciertas incomodidades que pudieran
perturbar nuestra atención. No obstante, la luna estaba
casi llena, como si nos quisiera hacer un guiño para
que estuvieras atentos para lo que allí iba a acontecer.
Salió Roció Segura con un elegante vestido
negro, ligeramente estampado con rosas de color rojo como
los bonitos adornos en forma de flecos que colgaban de sus
hombros y cintura, a juego con unos preciosos zarcillos de
coral. A la sonanta José Luis Postigo, una pareja que
lleva muchos años recorriendo juntos la geografía
flamenca española. Comenzó el recital con unos
tangos, en los cuales ya pudimos advertir que el viento de
poniente no era obstáculo para que Rocío empezara
a demostrar su buen hacer flamenco, pese a que su larga, rizada
y negra azabache melena le importunara en algún que
otro momento, y el respetable, que llenaba la mitad del aforo,
escuchaba atento y en riguroso silencio. Continuó el
recital con tarantos, los cantes de su tierra, y es que Roció
Segura es natural de Almería. Pudimos apreciar una
magnífica ejecución, con unos tercios muy ligados
y melismas de bella factura, pese al torrente de voz que posee,
todo ello acompañado de la precisión y seguridad
que imprimía José Luis Postigo a la bajañí,
la cual la tenía colocada a la vieja usanza, es decir,
no apoyada sobre las rodillas como innovara el gran maestro
de Algeciras, Paco de Lucia, sino con el diapasón ligeramente
apuntando al cielo estrellado que teníamos por bóveda.
Roció es una cantaora por
derecho propio, que ha sabido beber de la fuente de los grandes
maestros
Arcángel y Miguel Ángel Cortés
Seguidamente soleares, y como no podía ser de otra
manera, la almeriense se atrevió con los ecos de Alcalá,
vecina localidad de la que nos encontrábamos, consiguiendo
arrancar los primeros olés del público allí
congregado, entre los cuales no pudimos observar la presencia
de muchos jóvenes, y menos aún de extranjeros.
Pero esto era sólo el principio, los olés continuaron
durante la interpretación de la granaína, que
igualmente fue aplaudida cuando José Luis Postigo ejecutara
en una falseta los sones del Asturias del maestro Isaac Albéniz.
Pero llegaría el éxtasis colectivo de la mano
de una estremecedora seguiriya, a la que se sumó el
dolor de las campanas que indicaban la hora bruja, doce tiempos
que encajaron al compás del trágico cante, que
levantó al público con lágrimas en los
ojos, al mismísimo Félix Grande, que no paraba
de jalear, y a otros artistas allí congregados como
Antonio Carrión o Rubito de Pará.
Roció Segura ya no es esa niña que cantaba
preciosas saetas a la puerta de la Iglesia de Santiago de
Almería, o que intentaba hacerse un hueco en las peñas
locales, de la bella, moruna y mediterránea ciudad
de Al-mariya, ese “espejo del mar”. Roció
es una cantaora por derecho propio, que ha sabido beber de
la fuente de los grandes maestros, como así lo certifica
su primer y único trabajo discográfico, merecedora
de esa Lámpara Minera que le entregara en el año
2.003. Y cuando la experiencia se convierte en un grado, tenemos
los mejores mimbres para deleitarnos con un metal flamenco
como el que atesora Rocío, y así lo siguió
demostrando con su interpretación por bulerías,
y posteriormente unos fandangos alosneros que dedicaría
a Félix Grande en la boca del escenario, puesta en
pie, sin micrófono que resonara por los rincones de
tan exquisita plaza. Con el público agradeciendo con
una gran ovación el arte que nos ofreció, la
almeriense osó a regalarnos unas coplas de las que
Manuel Vallejo cantaba por soleá para rematar tan excelsa
velada.
Subió entonces el periodista experto en estas lides
que ahora nos traen aquí, Don Manuel Bohórquez,
natural de la localidad anfitriona, el cual se encargaría
de ir anunciándonos lo que en todo momento acontecería,
y dió paso a la siguiente actuación. Este Festival
de Arahal presenta un extraño pero espléndido
formato, donde se programan actuaciones de no mucha duración,
por lo que no hace falta descanso, y mejor aún, no
echamos de menos la presencia del ambigú, el cual muchas
veces más que aliviarnos la sed y el hambre, produce
un ruido desagradable a los que prestamos atención
al espectáculo, porque se convierte en punto de encuentro,
charla, e incluso de espontáneos cantaores que con
los efluvios del alcohol quieren dejar constancia de su gran
afición, pero que empeoran con creces el hacer de los
artistas que si se encuentran en el cartel. El cual por cierto,
obra del pintor de la vecina Puebla de Cazalla, Patricio Hidalgo,
nos anunciaba también a lo largo del festival la presencia
de jóvenes figuras de Arahal, una actuación
de la recién Llave de Oro del Cante, Antonio Díaz
Fernández “Fosforito”, así como
una representación flamencoteatral que tan de moda
estuviera en la década de los setenta de la mano de
Salvador Távora y su compañía La Cuadra
con Pepe Aznalcóllar “El Cabrero”, entre
otros, pero que hoy en día no parece llamar la atención
de los programadores de los grandes festivales, y desde aquí
reivindicamos esta tan bella expresión flamenca como
la obra “El Duende no tiene nombre de mujer” creación
dramática sobre la vida de Pastora Pavón, de
la compañía Turdetania Teatro.
En todo momento nos recordaba
al maestro Vicente Escudero
Lo dicho, comienza el segundo espectáculo de esa
mágica noche del 9 de junio de 2.006 con Andrés
Marín sobre las tablas, completamente de negro, con
camisa y botos flamencos tradicionales, pero con las típicas
mayas que se utilizan en la danza clásica o contemporánea,
lo cual ya nos apuntaba qué nos iba a ofrecer. Al sevillano
se le ha tildado de moderno, lo cual denota el escaso conocimiento
que a veces posee la afición por esa manera de bailar,
porque en todo momento nos recordaba al maestro Vicente Escudero,
como posteriormente así él mismo nos corroboró,
y durante media hora ininterrumpidamente, sin abandonar la
escena, nos ofreció todo su saber hacer de este globalizado
arte llamado Baile Flamenco.
De este modo, y de la mano de la guitarra de Salvador Gutiérrez,
las percusiones de Antonio Coronel al cajón y el pandero,
y del jerezano Enrique Soto, al cual, por cierto hay que agradecer
que pese a tener la pierna izquierda escayolada y subir con
muletas al escenario, nos ofreciera una muestra de su voz
flamenca, heredera de una de las mejores escuelas cantaoras.
Andrés bailó por tarantos, soleá, seguiriyas
y cerró por martinete, todo un compendio de taconeos,
desgrabados braceos, pitos, palmas y percusiones corporales,
acompañados de saltos, giros y cruces de piernas, donde
la nota predominante era, a diferencia de su hipotético
maestro, el compás. Los tránsitos de un palo
a otro se realizaban sencillamente buscando una diagonal que
ponía en alerta a su exigua compañía
del cambio que se debía desarrollar, lo que de por
sí pone de manifiesto la compenetración entre
los artistas, y el entregarnos un espectáculo trabajado
y ensayado, sin el libre albedrío de la improvisación.
Una vez más tuvimos la oportunidad de degustar flamenco
por los cuatro costados, sin importarnos las inclemencias
eólicas, todo ello acompañado de un delicado
juego de luces en tonos rosados y malvecinos, como si quisieran
anunciar el alba del día que tras unas horas acontecería.
Al caer la tarde del sábado 10, de nuevo pusimos
rumbo hacia Arahal, la que dícese ser cuna de la Niña
de Los Peines, en esta ocasión con la luna llena como
compañera de la autovía que une la ciudad hispalense
con las capitales del levante andaluz. Era como si la luna
estuviera con los ojos bien abiertos para no perder detalle
del evento que nos esperaba.
Para esta ocasión la población respondió
a la llamada que hizo el Excmo. Ayuntamiento de Arahal, y
la peña Flamenca “Niña de los Peines”
como promotores del festival, y en especial, Fran Romo, responsable
artístico y padre de la criatura que tan buen sabor
de boca nos había ya dejado el día anterior,
e impacientes nos encontrábamos ante la llamada que
suponía volver a escuchar a Arcángel.
El onubense se presentó sólo en el escenario,
con vestimenta veraniega pero elegante, como siempre, y comenzó
por tonás. Comentar que Arcángel ya estuvo presente
en la primera edición del festival, del cual, según
dijo dirigiéndose al público, guarda muy buen
recuerdo, y alabó la afición flamenca de Arahal
que sabe escuchar, y que llenaba la plaza del Santo Cristo.
Continuó con la caña, ya acompañado
del granaíno Miguel Ángel Cortés, todo
un lujo, y es que este tocaor ya se ha hecho mas que un hueco
dentro del difícil y complicado mundo de la guitarra
flamenca, como así lo demuestra su último trabajo
discográfico “ Bordón de Trapo”,
donde el propio Arcángel y otras figuras como Carmen
Linares o Esperanza Fernández ponen voz a su sutil,
elegante y maestro toque, que nuevamente se puso de manifiesto
en las malagueñas-verdiales.
Arcángel demuestra en cada palo su particular estilo
de interpretar el cante, y puede gustar más o menos
a la afición, pero lo que está claro, es que
sigue los cánones a la vez que ha creado una forma
personal, lo cual de por sí ya es ardua labor, y lo
que refrendó con su ejecución de los estilos
de levante, primero por tarantas y luego con el taranto de
Pedro El Morato, dejando nuevamente “El reino de Almería”
en lo alto del podio, o con las posteriores soleares que cerró
por bulerías, donde sonaron los ayeos y melismas del
onubense y los trémolos y arpegios, junto con el compás
que ejecutaba Miguel Ángel sobre la tapa.
Seguidamente se interpretaron tangos, en esta ocasión
las campanas no tañeron en momento oportuno, ante lo
cual el cante hizo un silencio para seguir maravillándonos
el toque, a lo que posteriormente respondió con una
sonrisa y un guiño hacia el público, dando paso
a unas alegrías de Córdoba. Ya solo nos quedaba
trasladarnos nuevamente a Alosno, localizaciones donde Arcángel
se desenvuelve como pez en el agua, así el público,
puesto en pié, agradeció con una gran ovación
y mucho oles.
José Blas Vega, Antonio Murciano, Miguel Manuete
-alcalde- y Félix Grande
Llegaría otro momento mágico del festival,
la entrega de un galardón a ”a las personas que
han contribuido notablemente a este Arte Flamenco, como han
podido ser los desgraciadamente desaparecidos Juan Valderrama
y Arturo Pavón, y el actual director de “Málaga
en Flamenco”, el escritor José Luis Ortiz Nuevo.
En esta ocasión los galardonados fueron tres ilustres
escritores e investigadores: Félix Grande, Antonio
Murciano y José Blas Vega, los cuales agradecieron
efusivamente el premio entregado por el Excmo. Alcalde Don
Miguel Manautes Humanes, que consiste en un busto en bronce
de Pastora Pavón “Niña de los Peines”,
en cuya memoria se celebra el festival, obra del que dicen
ser el escultor del flamenco, Jesús Gavira Alba, y
nos recordaron la labor de tantos otros como Anselmo González
Climent que abrió las puertas de este campo de investigación
en 1.954 con su obra “Flamencología”.
La maestra trianera volvió
a dar una lección magistral
¿Qué
nos podría exaltar después de tantas emociones?
Nada más y nada menos que una bata de cola. En este
caso las dos que lució Milagros Mengíbar, y
es que la maestra trianera volvió a dar una lección
magistral, acompañada de los cantaores Emilio Cabello
y Manuel Sevilla, y el toque de Rafael Rodríguez.
Comienza por peteneras, sin dudar en ningún momento,
lo cual es de agradecer cuando estos bailes, por su complejidad
de ejecución, a lo que se suma la dificultad que entraña
el cante, han caído en el olvido de las producciones
actuales, añadiendo la puesta en escena en la que los
cantaores abandonan la silla de anea que les recluye, y acompañan
a la bata de cola por el escenario, ayudados de la tecnología
del siglo XXI, en forma de micrófonos inalámbricos,
mientras que la sombra de la bailaora se proyecta en la fachada
mudéjar de la iglesia de la Misericordia.
Un interludio musical a modo de bulerías a cargo
de Rafael Rodríguez mientras la maestra se escogía
otra bata de cola, en esta ocasión volviendo a hacer
una llamada a las localidades circundantes, concretándose
en los sones de Morón de la Frontera, gracias al pulgar
que nos legó Diego del Gastor, demostrando en este
caso los cantaores su dominio del compás igualmente.
Ya solo nos quedaba disfrutar del azul y verde de la siguiente
bata de cola, que junto con el mantón de Manila, a
los sones de sal y el embrujo marinero de las alegrías,
se convirtieron en los últimos protagonistas de la
noche de la mano de Milagros Mengíbar, sin que hiciera
falta un fin de fiesta.
Arcángel
'La calle perdía'
Rocío Segura
'Homenaje a los grandes maestros'
Miguel A. Cortés
'Bordón de trapo'
Niña de los Peines
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