Texto: Estela Zatania
Fotos: Jean Louis Duzert
FESTIVAL DE FLAMENCO DE NIMES
Israel Galván «La Fiesta»
Viernes, 19 de enero, 2018. 20h. Teatro Bernadette Lafont, Nimes (Francia)
Concepción, dirección artística y coreografía: Israel Galván. Dramaturgia: Pedro G. Romero
Co-dirección musical: Israel Galván, Niño de Elche. Intérpretes: Israel Galván, Bobote, Eloisa Cantón, Emilio Caracafé,
Ramón Martínez, Niño de Elche, Alejandro Rojas-Marcos, Alia Sellami, Uchi
Los más perspicaces ya habrán notado que en la ficha artística justamente encima de estas líneas, figuran en primer lugar los nombres de los creadores de esta obra, en lugar de dar mayor importancia a los intérpretes, que es lo habitual. Y es con toda intención. Porque aparte de figurar así en el programa de mano, la conceptualidad de esta obra es la protagonista, por encima de cualquiera de los intérpretes, incluyendo al expansivo titular de la misma, Israel Galván. “La Fiesta”, como se llama picarescamente este trabajo (anoche más de uno se marchó desilusionado ante la poca similitud con una fiesta flamenca al uso), fue presentado el año pasado en Aviñón.
En primer lugar, notas que los famosos tics del bailaor, tan trillados que los imita cualquier aficionado, están casi ausentes, sustituidos por otros. La inteligencia de Israel Galván no permite la cómoda reiteración de éxitos pasados, sabiendo como sabe que él también puede convertirse en tópico. Porque el rechazo obsesivo al tópico es la fuerza motriz de este artista. Lo cual también es arriesgado en un género que vive y respira los antecedentes. Por este motivo sales del teatro habiendo disfrutado de la experiencia que te ha ofrecido Galván, a la vez que reconoces que huele poco a flamenco, por muchos detallitos que se dejen de propina, como chispas de farruca, bulerías, incluso sevillanas… El compás de un Bobote es casi anulado por la imagen del Niño de Elche con los pantalones bajados sentado en un ficticio inodoro. Abunda este tipo de quita y pon, a veces con humor oscuro incluido, como en la fingida ronda de tonás donde los intérpretes compiten para destacarse. ¿Y qué puedo decir de los dolores de parto del mismo de Elche? No es insultar, es que representa que pare, con gritos espeluznantes incluidos. La obra está llena de momentos así, que no sabes si reírte, o indignarte…o ambas cosas a la vez.
Al menos dos veces, los mismos artistas arrancan por bulería tradicional, y sientes ese alivio momentáneo que habías estado esperando, pero casi en seguida se detienen indicando con lenguaje corporal, como el que regaña a un niño chico, que no, eso no se hace y punto. Y este breve diálogo con el público te obliga a plantearte preguntas que nunca antes habías contemplado: ¿cuáles son las reglas de este juego? ¿porqué tenemos tanto cariño a determinados movimientos o sonidos? ¿cómo se define el flamenco?…de hecho: ¿es necesario definirlo? Parece que los ideólogos del guion quieren imponer su respuesta negativa. A la vez que lo que estás viendo en el escenario parece gritar todo lo contrario.
“La Fiesta” tiene cualidades excelentes. Aparte de intérpretes especializados, cada uno sobresaliente en lo suyo, como Alejandro Rojas-Marcos a lo que parece un armonio, la versátil cantante Alia Sellami, el bohemio Caracafé a la guitarra…realmente, todos, no hay eslabón débil, sino una comunicación fingidamente desorganizada, pero perfectamente dispuesta y sincronizada.
La escena de las mesas o plataformas endebles, esparcidas de lo que parecen ser cristalitos que se derraman con mucho ruido, es muy Israel: siempre el miedo a la inestabilidad. Hay otros elementos más inclasificables, se huye de las etiquetas y las explicaciones. Israel Galván baila lo que no sabe contar con palabras, una alegoría de la vida con el GPS apagado.
Contar esta obra de 90 minutos golpe por golpe sería tan insoportable e inútil como cuando el amigo te cuenta su sueño de la noche anterior. Se recomienda verla, pero olvidándose de cada palabra que os acabo de comunicar.