Alfredo Lagos y Belén Maya conmocionan la sala negra con Alfonsina Storni en presencia de Pedro Almodovar. Por la mañana visita a la exposición de Carlos Martín Ballester.
Ayer intentamos demostrar con la ayuda de Star Trek que reconocer la linea del tiempo (Time line) nos ayuda a contextualizar las historias de los acontecimientos culturales decisivos para el flamenco, para la cultura y para la vida misma. Una frase de Federico García Lorca pronunciada en el Rio de la plata en 1933 corona la exposición de los fondos de la colección Carlos Martín Ballester. Federico predice ante la muerte de Manuel Torres que su cante trascenderá gracias a sus grabaciones.
He quedado en la mañana de sábado con David El Indio, músico e impulsor de proyectos rumberos como “Gipsy Power” en el que investigamos sobre aspectos poco estudiados de nuestra música popular. En la exposición abierta en el Ateneo de Madrid hasta el 29 de octubre -¡corran!- podemos ver algunos objetos cruciales en la historia del flamenco como el primer disco flamenco de la historia, la copa Pavón que entregó Antonio Chacón a Manuel Vallejo en presencia de Ramón Montoya. Martín Ballester y Zaida Hernández nos explican el contexto y el significado, el cómo se hicieron las primeras grabaciones en Madrid en unos gabinetes que estaban a la vera de los cafés donde actuaban los flamencos.
Se trata de arqueología de unos objetos que funcionaban a finales del siglo XIX y principios del XX y que hoy nos parecen antiguallas, como los CD´s. Vayan a una tienda de sonido, de esas nuevecitas, y pidan un reproductor de CD´S y verán que cara pone el tendero. Cuando se pase la actual fiebre sobre los elepés de vinilo quizás vuelvan a ponerse de moda (quizás en unos 20 o 30 años). Cuando finaliza el recorrido le pregunto a Carlos si Enrique El Mellizo o sus hijos grabaron “la malagueña” de su creación. Me cuenta que no y me asegura que ese cante fue trasmitido vía oral a la siguiente generación y lo sabemos porque las diversas versiones son convergentes, no así las explicaciones de los flamencólogos.
“Cada aficionado al flamenco es un mundo, no hay copias” le digo a David mientras subimos por la calle Prado, haciendo planes para visitar la colección Gladys Palmera, la mayor (y mejor) colección privada de la música latina que alberga tesoros parecidos a los que acabamos de ver y entramos en la cervecería alemana para tomar una caña, que hoy está en peligro de extinción en los bares madrileños: ¡Una tragedia cultural!. Me explico, la caña esta siendo sustituida por el doble que empeora la experiencia de tomar una cerveza, por temperatura, por la calidad de la espuma y por docenas de detalles más que hacen que irse de cañas sea un rito social que mejora la calidad de vida de los ciudadanos.
Comer en el centro de Madrid requiere desafiar a oleadas de turistas que en un pequeño porcentaje tendrán una experiencia flamenca. Pero no vemos guiris en el festival. En los baños de los teatros del canal maldecimos al arquitecto y en la mitad de los improperios me saluda otro dj flamenco. Tenemos que hablar.
BELÉN MAYA Y ALFREDO LAGOS CAMBIAN EL RELATO
No es habitual ver bailar a Belén Maya así que los que hemos hecho kilómetros para verla actuar en la última década nos vamos reconociendo en el desafío, ya fuera en Pamplona con Maite Martín o en Vallekas con Fernando López. Poca cosa para las dimensiones de la bailarina/bailaora que rompió las fronteras entre el baile flamenco y el contemporáneo. Así que nos estamos perdiendo a una creadora mayúscula que, ¡vaya por dios! actúa en la sala Negra, la más pequeña y lo hace de invitada de Alfredo Lagos que hace unos meses nos ofreció otro espectáculo memorable en el festival de la guitarra junto a su hermano David y al bailaor Andrés Marín.
Uno de los problemas que tiene el baile flamenco contemporáneo es que los programadores quieren estrenos y muchos de esos espectáculos mueren ese día salvo los que han creado nuestras dos grandes estrellas: Rocío Molina e Israel Galván que giran alrededor del mundo. El caso es que Belén Maya ya hizo eso de pisar los más prestigiosos teatros con un lenguaje nuevo pero parece que la memoria no es nuestro fuerte. Hay radicales que piensan en soviético y proclaman que eso se resuelve nacionalizando al Rey León y el resto de ¿musicales? de la Gran Vía. ¡Ilusos! Lo mismo ocurre con los que piensan que eso lo soluciona Pedro Almodovar, que estaba en primera fila.
Al lío, aparece Alfredo Lagos y interpreta una melodía llegada de otro lugar mientras en la pantalla vemos un mar agitado. Luego Belén Maya traza poemas en la arena mientras una voz los entona con acento del Río de la Plata. La obra se llama “La poeta” y va sobre Alfonsina Storni que reconocerán porque es la protagonista de la canción “Alfonsina y el mar” que han interpretado batallones de cantautores desde Mercedes Sosa en 1969 hasta Andrés Calamaro en «El salmón». La canción creo que no suena en el espectáculo que pone en evidencia la máxima “no hay nada más flamenco que no interpretar flamenco”. Se quiere decir que no interpretan los palos a la manera tradicional pero todo lo que hace Belén Maya y todo lo que taconea resulta profundamente flamenco aunque no siga los patrones clásicos. Los mismo ocurre con el percusionista sevillano nacido en Belgrado Andrej Vujic que se pone al servicio de un drama que cuenta que la poeta luchó contra un cáncer de pecho y que finalmente se quitó la vida arrojándose al mar en 1938.
Alfredo Lagos hace un imponente ejercicio musical que trasciende los límites de la guitarra y así interpreta maravillosamente una de las grandes composiciones de Astor Piazzola con la solvencia de una orquesta típica y lo hace desde su perspectiva flamenca que culmina con la interpretación de unos de esos tangos de la primera ola que bailó Valentino (probablemente la Comparsita). Regresa a escena Belén Maya tal y como había hecho mutis en la escena anterior atada al dolor de su pecho. Ahí el percusionista se convierte en gaucho sentado sobre un cajón flamenco y haciendo compás con las boleadoras mientras la bailaora aparece atrapada entre el dolor y el miedo. Belén Maya reinventa el final conocido y/o recreado por la canción y se libera del drama tal y como había legado Alfonsina Storni en sus escritos.
Alfredo Lagos, Belén Maya “La poeta” Estreno absoluto. Sala Negra Teatros del canal Madrid. Sábado 26 de octubre.
Alfredo Lagos, guitarrista
Andrej Vujicic, percusión
Belén Maya, bailaora invitada
Galería fotográfica Ana Yñáñez
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