Texto: Sara Arguijo
Fotos: Adam Newby
Guitarra: Gerardo Núñez, Juan Carlos Romero, José María Bandera, José María Gallardo del Rey, Dani de Morón, Antonio Sánchez. Percusión: Israel Suárez 'El Piraña'. Palmas: Antonio y Manuel Montes Saavedra 'Los Mellis'.
Fecha: Miércoles 25 de febrero. Aforo: Lleno.
El verdadero triunfo de Paco de Lucía
A Francisco Sánchez le hubiera gustado, decían los corrillos. Casi tanto como a los que llenaban este miércoles el Teatro Maestranza de Sevilla que el evento no se hubiese tenido que celebrar con motivo del primer aniversario de su muerte. Ninguno de los seis guitarristas que protagonizaron el cartel hubiera querido tener que mirar al cielo en el homenaje al genio de Algeciras. Nadie deseaba hablar en pasado del que siempre es presente.
Pero tuvo que ser así. ‘Un año sin Paco’ se impuso como subtítulo maldito de un espectáculo que sus creadores Fernando González Caballos –autor del guión y la idea original- y José Luis Ortiz Nuevo –director artístico- habían concebido para hacerle en vida. E, inevitablemente, en el ambiente que anoche se traspasaba más que nunca del patio de butacas al escenario y viceversa, se sintió por momentos un silencio sepulcral como el que se guarda en los sepelios. Con el mismo respeto con el que se le dio el último adiós en su tierra natal.
Claro que la mayor herencia de Paco fue la de dignificar la guitarra, reivindicar sus posibilidades musicales y defender la personalidad creadora. El tocas muy bien pero tienes que hacer cosas tuyas que le dijo Sabicas al escucharle hacer cosas de Niño Ricardo y que le marcó para siempre, como él mismo confesaba en una de las escenas del documental de su hijo Curro Sánchez que se proyectó durante la propuesta. Por eso, su mejor tributo era comprobar que efectivamente más allá de la melancolía hay esperanza.
Es decir, lo que se demostró, como sostiene su biógrafo Juan José Téllez en el programa de mano, es que “muerto Paco, no se acabó la guitarra”. Los que compraran la entrada atraídos por la efeméride de este genio que nunca creyó en los genios –“sí en el trabajo y en el talento”– acabaron disfrutando de un excelente concierto con soberbios instantes musicales.
En las seis cuerdas representadas por Antonio Sánchez, Dani de Morón, José María Gallardo del Rey, José María Bandera, Juan Carlos Romero y Gerardo Núñez estaba la trayectoria vital y profesional de Paco de Lucía pero también el recorrido particular que ha tenido este instrumento en las manos de otros grandes músicos.
En el toque enérgico, entusiasta y seguro de las bulerías del más joven de sus sobrinos con su Soniquete. En la soleá reflexiva, sensible y vulnerable de La Villa Vieja que interpretó el de Morón, quien acompañara al maestro en sus Cositas Buenas. En la delicadeza y solemnidad con la que José María Gallardo acarició la sonanta en el emotivo Adagio del Concierto de Aranjuez. En la timidez, la oscuridad y la dulzura de las colombianas Monasterio de Sal de su otro sobrino, José María Bandera. En la precisión y claridad sonora de las seguiriyas Luzia que ejecutó Juan Carlos Romero. Hasta en el impulso del pulgar, la potencia sonora y la apertura de la guitarra de Gerardo Núñez. Y cómo no en la exactitud del compás de Los Mellis y en la musicalidad que supo sacarle al cajón un soberbio Israel Suárez ‘El Piraña’.
En todos estuvo sus recuerdos infantiles, su pelea consigo mismo, su universalidad, el suplicio de saberse maestro, sus fantasmas, su intuición, su sensatez. Pero no sólo los de Paco, sino los de cada uno de ellos. Y no desde la réplica sino desde la confraternidad de quienes comparten el mismo amor. Anoche el instrumento se impuso al mismísimo Paco de Lucía. Y la música prevaleció a la eternidad de sus falsetas. Donde esté puede descansar en paz porque, tardará en repetirse su genialidad, pero es éste su mayor triunfo: que la guitarra regale nuevos sueños a un teatro abarrotado.