Espectáculo: Tremenda. Dirección, voz, bajo eléctrico y guitarra: Rosario La Tremendita. Textos: Laurent Berger, Rosario La Tremendita, Federico García Lorca. Composición y producción musical: Rosario La Tremendita y Pablo Martín Jones. Batería y electrónica: Pablo Martín Jones. Bajo eléctrico: Juanfe Pérez. Teclado y electrónica: David Sancho. Palmas: Tremendo Hijo y Tobalo. Artistas Invitado: Andrés Marín. Lugar: Teatro Lope de Vega. Ciclo: La Bienal de Flamenco Fecha: Martes 29 de septiembre. Aforo: Lleno.
Si en su paso por las anteriores bienales Rosario La Tremendita ya nos sorprendió por su evolución, demostrando no sólo una personalidad propia dentro del cante sino un profundo conocimiento de la raíz, una versatilidad inusual y un interesante discurso musical y estético, en Tremenda asistimos a su consagración artística. Primero porque aquí la trianera inicia una nueva etapa -ya imparable- en la que marca el compás del flamenco del siglo XXI con una seguridad ganada a pulso. Y luego porque en este espectáculo se resume su corpus artístico. La esencia de lo que es, lo que siente y lo que quiere transmitir. ¡Gloria, caramba!
Así, Tremenda es un enérgico, dinámico y excitante “viaje por el cante a mi manera”, como ella misma definió, en el que encontramos a una artista pletórica, relajada, y polifacética, que dominaba la escena desde su voz pero también desde los nudillos de sus manos. Y a la vez, por si cabe alguna duda, es un profundo recital de cante flamenco en el que escuchamos un riquísimo repertorio jondo de seguiriyas, bamberas, tangos, fandangos, petenera, cuplés por bulerías, tarantas (cantadas a dúo con el bailaor Andrés Marín), además de canciones propias que aventuran convertirse en hits.
En todo, Rosario desplegó sus poderosas cualidades vocales, sobre todo en esos agudos imposibles, su dominio del compás, su conocimiento de los palos y de los estilos, y sus diversas y enriquecedoras influencias (desde Pastora Pavón a Morente pasando por Smash y Parrita, por citar algunos de los que le intuimos en su memoria).
En cualquier caso, la renovación de la Tremendita no está en su voz, aunque se permita determinados giros o coloque la garganta en otros lugares, sino en que su obra responde a un todo en el que ni la estética, ni lo musical, ni las letras son casuales. Es decir, en ella lo jondo casa con absoluta soltura con el rock psicodélico, las bases electrónicas, las influencias punk o la ambientación sonora contemporánea… que fueron proponiendo la excelente banda que le acompañaba (¡Qué gusto de arreglos y cuánta energía!) porque no nace de la impostura sino de la verdad y porque hay coherencia. De ahí que le acompañara en escena su abuela Reyes Martínez, “que ha cruzado por primera vez el puente de Triana para venir a verme”, dijo, para evidenciar que la niña sabe perfectamente adónde va pero también de dónde viene.
En este sentido, bastaría escuchar las seguiriyas eléctricas y chispeantes con las que abrió la noche; las intensas y estimulantes alegrías que interpretó con un impresionante Juanfe Pérez al bajo y con las que ambos levantaron al público del asiento; o las sugerentes, originales y penetrantes soleares, para entender su grandeza. En definitiva, La Tremendita cantó, tocó el bajo, la guitarra, el cajón, las palmas y se erigió como una artista única, tremendamente flamenca y libre. “¡Dale caña!”, le gritaban los espectadores conscientes de que seguirle la corriente merece la pena.