Ficha artística. Voz: Tomás de Perrate. Guitarra: Alfredo Lagos. Saxos: Juan M. Jiménez (Proyecto Lorca). Percusiones: Antonio Moreno (Proyecto Lorca). Artistas invitados. Guitarra: Paco de Amparo y Raúl Fernández ‘Refree’. Cante: Inés Bacán. Lugar: Teatro Central. Fecha: 19 de septiembre de 2018. Aforo: Casi lleno.
Sara Arguijo
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Tomás de Perrate es un cantaor especial. Original, polifacético, versátil, creativo y valiente. Su voz bizarra y agreste ofrece un viaje fascinante desde la caverna al club de jazz y de ahí a un bareto hípster o a una reunión de cabales. De Morón a Nueva Orleans, pasando por Misisipi, capital de Lebrija, Virginia o Colorado, condado de Utrera. Como si en su garganta encerrase toda la música de la marginalidad. Como si su cante naciese de los suburbios del alma, siendo un grito y una plegaria. De su padre Perrate o de B. B. King, de Amstrong o de Chocolate, de Goyeneche o de Miguel Funi, de Jim Reeves o de la Serneta. Flamenco underground.
Por eso, lejos de resultar disparatada o incongruente, la propuesta de Soleá Sola, que estrenó este miércoles en la Bienal junto a los músicos de Proyecto Lorca, Alfredo Lagos y las guitarras invitadas de Paco de Amparo y Raúl Refree, sonó con una lógica aplastante. Porque Tomás consigue que la tradición se monte en metro y no chirríe.
Es decir, el saxo y la percusión de Juan M. Jiménez y Antonio Moreno (magistrales durante toda la obra), fue el asfalto para que el cante de Tomás de Perrate tomara un nuevo camino, siempre desde su profundidad y espiritualidad jonda. Y Alfredo Lagos el perfecto escudero que no sólo acompañó a Tomás sino que aportó, buscó, creó y lo colocó en otra dimensión desde su sonanta.
Es cierto que dentro del extenso repertorio hubo planteamientos más acertados que otros y colaboraciones más o menos necesarias. De hecho, a pesar de lo esperado, la nana de Inés Bacán no terminó de encajar y el acompañamiento de Refree resultó totalmente superfluo y prescindible por seguiriyas, aunque interesante en sus aportaciones con la guitarra eléctrica como en la toná Tormenta.
Desde luego el concierto empezó a crecer en la segunda parte donde, de todo, nos quedamos con la impresionante soleá que da título a la obra y que Perrate ejecutó al golpe con el excelente acompañamiento de nudillos, plato y cuchara de un enriquecedor Antonio Moreno. Diríamos que, por ahora, “la soleá” de esta Bienal de flamenco. También de destacar fueron las bulerías La base de Morón, en la que recordó el dúo que formó su padre Perrate con Diego del Gastor, ahora con la guitarra inspiradora y melancólica de Paco de Amparo (¡Momentazo!) y la tanda de tangos, primero argentinos y luego griegos, que rescató de anteriores proyectos. Así como el broche final con la divertida Chacona Boa Doña.
Fotografías: Oscar Romero / La Bienal