Texto: Estela Zatania
Fotos: Antonio Acedo
«Toda una Vida» – Cañeta de Málaga, Rancapino, Romerito de Jerez, Curro de Utrera, Carrete de Málaga, El Peregrino
XVIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Miércoles, 1 de octubre, 2014. 2030h. Teatro Lope de Vega
Especial XVIII Bienal de Flamenco – Toda la información
Cuatrocientos sesenta años de duende
Cante: Curro de Utrera, Romerito de Jerez, Cañeta de Málaga, Rancapino. Baile: Carrete de Málaga, El Peregrino. Guitarra: Miguel Salado, Calderito, Antonio Soto, Perico de la Paula. Cantaor al baile y festero: Manuel de la Curra. Jaleo y palmas: Quico de Málaga, Rocío de Málaga, Loli de Cañeta, Ostalinda Suárez. Director: Alfonso Queipo de Llano.
Después del recital de cante del joven Jeromo Segura, Lámpara Minera 2013, en el Espacio Santa Clara, les tocó el turno a los veteranos en el Teatro Lope de Vega con el espectáculo «Toda una Vida».
Al ver «estreno absoluto» en el programa, no pude contener una ligera sonrisa. Con artistas principales cuyas edades suman unos 460 años, lustro más, lustro menos, poco nuevo íbamos a descubrir. O quizás sí. Hemos descubierto que el flamenco aún existe y sigue siendo capaz de emocionar con las formas clásicas puestas al servicio de personas con conocimientos y una sensibilidad flamenca.
Rancapino nos hizo llorar con sus malagueñas y siguiriyas, llenas de fatiguitas. Curro de Utrera, que al principio parecía medio distraído, encontró su camino con una caña clásica, y unas rondeñas de mucho sabor. Romerito de Jerez, con su cara de bonachón y sus formas tan jerezanas, interpretó soleá y bulerías con todo el entusiasmo de un joven, con pataíta original incluida.
De la Cañeta, ¿qué os voy a descubrir? Artista de artistas, lleva más de 60 años armando jaleo vaya donde vaya, y cada vez está mejor, más íntegra, más dominadora de su arte y segura de quién es. Bailando y cantando, incluso un taranto a compás que normalmente no incluye en su repertorio, luego, con sus emblemáticos tangos y bulerías con una genialidad impresionante y su delicioso palique de maruja andaluza, una vez más metió al público en el bolsillo.
Después del descanso, Rancapino y Romerito mano a mano por fandangos, y la cosa se calentó aún más con el baile de otros dos veteranos, el Peregrino, de Badajoz, la dignidad hecha baile, y el sorprendente Carrete de Málaga por alegrías a su manera, y que al final la lió con Cañeta, salvando la situación cuando el fin de fiesta salió un poco desorganizado.
Este espectáculo ha servido de contraste a la oscuridad o frialdad de algunos de los espectáculos conceptuales que hemos estado viendo en la Bienal. Chispa, personalidad, flamencura, espontaneidad, «ange», chufla, improvisación, fatigas asimiladas hace décadas y convertidas en arte, vitaminas para el alma… Lo que tiene esta gente, habría de destilarlo, convertirlo en elixir y salpicar a las nuevas generaciones…no vaya a ser que se olviden de lo grande que es el flamenco.
A las once de la noche, en el Teatro Central, el bailaor granadino Manuel Liñán presentó su espectáculo Nómada que hace un par de días sirvió de pieza central del Flamenco Arts Festival de Santa Barbara, California donde fue muy bien recibido.