Rancapino ofrece una lección de cante de otra era y nos presenta a su nieta
José Manuel Gómez Gufi
Hay muchas razones para salir el lunes, la mejor de todas es ir a escuchar al Ranca y de pronto uno ve una cola que rebasa el Palentino. No, no se trata de una manifestación para que reabran una de las tascas fundamentales de la historia de Madrid. La cola es para escuchar a Rancapino. Se repite el lleno del lunes anterior con La Lupi que nos dejó a los asistentes con la boca abierta. Ambientazo con mezcla de gente muy joven y algunos maestros del toque y del cante. Maria Larroca lo presenta como a un superviviente de otra era. No le ha llamado dinosaurio por respeto, pero es que Rancapino se merece un parque temático y varias películas.
Antes de entonarse Ranca recuerda a la afición de Madrid. Abre por soleá, su voz no es la de antaño no hay ninguna sorpresa ahí, lo que nos asombra es la sabiduría al decir el cante que va arrancando oles por los cuatro costaos.
El tocaor dibuja un arpegio por alegrías y Ranca se acuerda de Chano Lobato:
-Eres el Robert Redford de África, recuerda que le dijo.
Y es imposible no rememorar a Chano sin dibujar una sonrisa. Imposible no acordarnos de su aparición en los lunes flamencos del Revolver (hace 25 años) cuando acabó celebrando al público con un ¡Viva el rock and roll!.
Rancapino lo canta todo a lo grande mezclando sabor y sabiduría. Lo mismo por bulerías y escuchamos los versos: “tú no te acuerdas de nada/ el que se acuerda soy yo” que creíamos que ya estaban cantados y consagrados y el Ranca nos los ofrece relucientes y condensados de nuevo.
-Os quiero presentar a mi nieta, dijo como el que presenta el tesoro mejor guardado de la familia; y fue acercarse la chiquilla al micro y arrancar una ola de escalofrío; y fue alejarse del micro y fue exhibir afinación y gusto de cantaora hecha y derecha; y cantó por la leyenda del tiempo de Camarón y estábamos muertos de envidia y asombro.
Habíamos ido a reconciliarnos con el pasado y con la memoria de un cantaor sin igual y estábamos ahí aplaudiendo a rabiar las leyes de la genética y el arte cultivar el cante en familia.
En ocasiones como esta no vale mirar el reloj, el único recuento que vale es el de los pellizcos, porque lo habitual es no encontrase el pulso. Vuelves a respirar y sabes que estás vivo. Sin relleno, directos al asunto, sin concesiones, como Los Ramones: “1,2,3, gabba gabba hey” (NOTA: Los Ramones fue una banda punk de Nueva York, cuya característica especial es que eran muy sintéticos, sus canciones eran muy cortas y nunca hacían solos).
El telón se volvió a abrir para el fin de fiesta y ahí descubrimos el eslabón que nos faltaba. Ahí cantó, Ana, la madre de la criatura… y fue muy hermoso. Después de algo así, no te puedes ir a la cama con intenciones de levantar a tu país al día siguiente. Necesitas compartirlo aquí y ahora (nada que ver con internet) y te quedas tomando la última con esos que saben y que le cantan a Rancapino para agradecerle lo que nos acaba de dar y es muy difícil describir esos ratitos de gloria con Cancanilla de Málaga, Naike Ponce y algunos más que ofrecen lo suyo al maestro.
Sí, fue una noche hermosa. Algo esta pasando los lunes en Madrid.
Videos & fotografías: Rafael Manjavacas