Ficha artística. Baile: Mercedes Ruiz y Ana Agraz. Cuerpo de Baile: Beatriz Santiago, Aurora Caraballo y Vanesa Reyes. Cante: David Lagos. Guitarra: Santiago Lara y Paco León. Teclados: José Amosa. Percusión: Perico Navarro y Rafa Fontaiña. Voz en off: Manolo Sanlúcar. Lugar: Teatro Central. Fecha: 17 de septiembre de 2018. Aforo: Lleno.
Sara Arguijo
Especial – La Bienal de Flamenco – toda la información
En el treinta aniversario de Tauromagia, una de las obras cumbres de la guitarra flamenca, y frente a su autor Manolo Sanlúcar, que se encontraba en el patio de butacas, la bailaora Mercedes Ruiz presentó en la Bienal de Sevilla la que es la primera propuesta coreográfica sobre la obra.
Así, indagando en el catálogo emocional universal la jerezana, junto a una Ana Agraz que hacía su personaje antagónico y tres bailaoras, fue poniendo imágenes a composiciones que después de 30 años siguen resonando con total frescura en la cabeza de los amantes del flamenco.
En este sentido, Ruiz apostó por la danza española y flamenca para recrear escenas costumbristas que buscaban por encima de todo el preciosismo y que hacían uso de los recursos clásicos -mantón, castañuelas, abanicos, bata de cola- para establecer una alegoría entre el mundo del toro y la vida misma. En este sentido, coreográficamente se vieron algunas piezas especialmente interesantes como la granaína ‘Oración’, la seguiriya lenta y masticada o los números a dos que interpretó con Agraz, como el ‘Tercio de vara’ (minera-bulerías) o ‘De Muleta’, donde ambas mostraron a través del baile los extremos que conviven en uno mismo y la necesidad de reconciliarse.
A la sombra, el genio interpretado por la magistral, exquisita y sensible guitarra de Santiago Lara, que fue el verdadero motor que engrasó la propuesta. Lara, de una forma inteligente y valiente nos supo traer de nuevo desde sus cuerdas aquellos acordes que forman parte de la historia de la música. Esas bulerías ‘Maestranza’ o esas alegrías de ‘Puerta del Príncipe’ que aún entonaban todos a la salida y donde, por poner un pero, se echaron en falta algunos coros. En cualquier caso, una ejecución perfecta y un meritorio trabajo para una obra compleja donde la voz limpia y cálida de David Lagos, que cantó de diez, fue poniendo el grado exacto de intención y dramatismo.
Fotografías: Oscar Romero / La Bienal