VIII Festival de Otoño de Granada
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Son de la Frontera son: Raúl Rodríguez, tres cubano y guitarra flamenca. Paco de Amparo, guitarra flamenca. Pepe Torres, baile y compás. Moi de Morón, cante y compás. Manuel Flores, compás y baile. VIAJE A LA FRONTERA El portentoso baile de Pepe Torres, el sonido metálico del tres cubano de Raúl Rodríguez, la guitarra moronense de Paco de Amparo, la voz afillá de Moi de Morón y el compás de Manuel Flores, así de impactante empieza el espectáculo “Cal” de Son de la Frontera, uno de los grupos flamencos que ha logrado dar con la clave del éxito mediante una mezcla de vivencias y su desbordante afición y buen gusto. Recientemente nominados al Grammy Latino, y con importantes actuaciones realizadas y a punto de realizarse, estos jóvenes son la prueba más fidedigna de que las formas flamencas de toda la vida tienen un especial poder comunicativo que sigue fascinando a públicos de diversa procedencia y edad. De hecho, la gran mayoría de las personas que habían acudido al Teatro Isabel la Católica para conocer al grupo en su primera actuación por estas tierras, eran tacañas con los primeros aplausos, y la noche pintaba dura para los músicos. Pero la química empezó a surtir efecto con el sonido insistente, a ratos caribeño, a ratos oriental, a ratos carnavalesco del tres, que respalda cada número. Música medio conocida suena exótica y fresca, ninguna armonía contemporánea alivia la espesa contundencia del flamenco rancio de Diego del Gastor cuya escuela guitarrística inspira todo lo que hace este grupo. Es como un universo musical paralelo en el que todo lo que suena, lo has escuchado anteriormente, pero de otra manera. Quizás sea la función perfecta de todo arte: evocar lo conocido a través de lo desconocido. La “frontera”. Evocación de tiempos pretéritos que reivindican su perfecta relevancia actual Seguramente, el legendario jazzman Ornette Coleman estaba equivocado cuando dijo que el jazz es el único género musical en el que puedes tocar la misma nota noche tras noche, y que suene diferente cada vez, porque en las manos adecuadas, el flamenco tiene esa capacidad. Y mejores manos que las de Son de la Frontera, difícilmente se encuentran. Curtidos en las fiestas de sendas familias, con los compases del flamenco más tradicional aconsejando cada suspiro, y una sensibilidad andaluza pero abierta, su producto es francamente irresistible, en el sentido más literal. El dulce sonido retro de alegrías en postura de La modula a Do para cantes del Pinini de Moi de Morón. Vivencias y conocimientos. Evocación de tiempos pretéritos que reivindican su perfecta relevancia actual. Bulerías en La menor, otra delicia cultivada por el Tío Diego. Falsetas emblemáticas que huelen a Morón salen de la subestimada guitarra de Paco de Amparo, y habla Raúl: “hemos venido a hacer el flamenco que se hace en casa y que llevamos dentro”. Una rumba a la antigua, de antes de la revolución catalana que llegaría con el Pescaílla y Peret, mucha energía por bulerías, la elegancia flamenca del baile de Pepe Torres y la magia surrealista de Manolo Flores, el yin y el yang de un mismo arte, el público en el bote exigiendo más y más, y Diego del Gastor sonríe satisfecho desde el cielo de los flamencos.
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