“El “contraporáneo” está confundiendo a la juventud” dijo un día La Cañeta de Málaga con todo el sentío del mundo. Un poco de confusión sí que hay. Las narrativas del baile contemporáneo parecen diseñadas para parecer que cuentan algo; en realidad son como cuadros alegóricos (y/o conceptuales) que se nos muestran para que podamos elegir entre la estética que sentimos y su significado. El dilema es injusto porque mientras te lo vas pensando, la belleza se te escurre entre las neuronas.
Se abre el telón y vemos un gran cartel que reza: La leona. En el suelo la bailarina se mueve sobre un manto una figura con una gran melena ¿es león o es leona? Que se nos ofrece bailando como bestia salvaje. ¿es un circo?. Escena dos: el percusionista y el cantaor hacen un gag con los micrófonos ¿los payasos? Sigue un número de inspiración dadaista con tijeras, las tijeras tienen compás.¡ole!
Aparece la bailaora vestida con un traje chaqueta. Baila flamenco, la elegancia de movimientos desvanece los interrogatorios cognitivos. La segunda guitarra desgrana “My funny valentine”, creo, en todo caso es una de las composiciones que los grandes del jazz han convertido en inmortales, el guitarrista Alfredo Mesa expone la melodía con claridad y enjundia jonda. ¡Bravo!
La bailarina baila sobre el cartel de la leona, los guitarristas conducen hasta un samba brasilero deconstruido para la ocasión. Aquí el mestizaje es obligado, adiós quimera, adiós pureza.
La bailaora se dirige al público y anuncia a los músicos uno a uno que hacen mutis hasta que llega al bajista Juanfe Pérez que se queda solo y anuncia tormenta. La bailarina aparece con un impermeable amarillo y actúa como si estuviera deconstruyendo a Gene Kelly en “Bailando bajo lo lluvia” añade castañuelas -Víctor o Victoria?- cuando estamos a punto de entenderlo, escampa. Pero no importa porque la Pericet baila maravillosamente, también flamenco.
PAPEL DE ESTRAZA
El baile contemporáneo requiere economizar en todo. Nada de telones con estanques para que retocen y mueran los cisnes, Nada de fondos pintados por Picasso para los ballets rusos. Necesitamos algo eficaz, ligero y barato que se pueda comprar en Nueva York y en Leningrado (perdón, San Petesburgo). Respuesta: papel de estraza, el que sirve para envolver paquetes.
Se sube el telón del fondo y aparece Olga Pericet sosteniendo cuerpos de guitarra que lanza hacia el público, luego juega con la silueta de guitarra como si fuera un sueño surrealista de Dali tocando una guitarra sin cuerdas… mucha guitarra me parece. Es el momento de que esta reseña se autodestruya leyendo la sipnosis del espectáculo: “Olga Pericet busca el diálogo entre el animal y el instrumento en la simbología de La Leona, la célebre guitarra de Antonio De Torres, que podría considerarse el primer prototipo de guitarra española y flamenca”.
-¿Era eso? Ahora se entiende todo ¿Todo?
Olga baila de espaldas y juega con nuestra visión surrealista -¿Victor o Victoria? de nuevo ¿delante o detrás?-. El vestido rosa se deconstruye, el telón se derrumba. El espectáculo triunfa. El guión es una excusa, la Pericet baila lo que le apetece bailar, o eso parece, y la música y el espectáculo salen ganando, creo. La puesta en escena es limpia, los músicos se mueven con sentido. Las escenas se suceden engarzadas con alfileres. Eso no es un problema, todo fluye. ¡Somos contraporáneos!
LA LEONA. Suma Flamenca. Teatro Canal. Madrid. Olga Pericet, baile. José Manuel León y Alfredo Mesa, guitarras. Juanfe Pérez, bajo. Roberto Jaén, percusión. Israel Moro, voz.
Olga Pericet, idea original, dirección artística, musical y coreografía
Carlota Ferrer, dirección de escena y asesoramiento en la creación
José Manuel León y Alfredo Mesa, música original y arreglos
Sandra Vicente, composición espacio sonoro
Gloria Montesinos, diseño de iluminación
Ángel Olalla, sonido
Olga Pericet y Carlota Ferrer, diseño de vestuario
Maribal Rodríguez y Nuria Dorado, vestuario y sastrería
Paco Villalta, fotografía
Miquel Santín, producción ejecutiva
Peineta Producciones, distribución