«En el corazón del flamenco está convivir». Lo decía Miguel Marín, el director del Flamenco Festival, en la presentación del espectáculo ‘Unlimited» que reunía este sábado en The Centennial Memorial Temple de Nueva York a Sergio de Lope y su trío (Juanfe Pérez al bajo, Javi Rabadán a la percusión e Israel Moro al cante) y a 80 músicos neoyorquinos de la Manhattan Wind Ensemble con la intención de explorar juntos el repertorio de este «tradicional music style» y celebrar el décimo aniversario de la marcha de Paco de Lucía, que sigue despertando aplausos en el respetable cada vez que se le nombra.
Un sueño que, como confesó el artista prieguense, «jamás hubiera pensado que cumpliría cuando elegí hacer flamenco con la flauta y que, sin duda, le debemos al maestro porque fue él quien permitió que otros instrumentos y otras músicas participaran de este arte”, señaló.
Así, ante el público más americano que hemos visto en estos días del festival, la orquesta, completamente entregada y agradecida a la propuesta (-“un montón de gracias, Sergio”, pronunció su directora en español-), fue interpretando el repertorio de Sergio y su banda, que con una complicidad absolutamente natural, supieron imprimir el punch a las melodías, otorgando el carácter, la fuerza y el pellizco jondo a cada nota. “Our flamenco accent”, que explicaba el propio De Lope, señalando que “hoy esta Ensemble tiene heart flamenco”.
De esta forma, los músicos fueron cabalgando, desde la nana Madre tierra hasta el garrotín Ser de luz pasando por los Tangos del buenro o los fandangos Candelas, demostrando la capacidad que tiene lo jondo para impactar y llegar directamente al alma. “It’s amazing”, decía alguien sorprendido detrás de mi butaca después de la vitalista y personal versión de La Tarara.
Es verdad que a la propuesta le faltó calidez (también por la exagerada iluminación del teatro) y que se vieron dificultades en el diálogo con la orquesta que limitaron, incluso escénicamente, la riqueza que tiene el directo de Sergio de Lope y los suyos. Por eso, echamos de menos más momentos como el del homenaje a Paco donde, ya a solas y a modo de fin de fiesta, los flamencos dieron rienda suelta a su creatividad para recordar el Solo quiero caminar. Aquí pudimos disfrutar de nuevo de la velocidad, el alma y la sonoridad que tiene la flauta del protagonista, así como del talento de quienes, más que acompañarle, le abrigan y le dan alas.
Efectivamente, el flamenco “is fascinating” y, aún a riesgo de pecar de egocentrista, lo cierto es que su autenticidad y su energía siempre gana a la partitura.
Fotografías: Pepe Zapata
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