Concierto espectáculo para piano clásico y baile flamenco
Jueves, 24 de mayo, 2007.Teatro Lope de Vega, Sevilla
Fotos: Paco Sánchez
EMBRUJO ORIENTAL
Piano: Mie Matsumura. Baile: Leonor Leal. Cante: Carmen Grilo, José Valencia. Guitarra: Eugenio Iglesias, Juan Requena. Artista invitado: Joaquín Grilo.
La pianista japonesa Mie Matsumura tomaba la alternativa en el sevillano teatro Lope de Vega de la mano del productor Javier Puga. Para la ocasión escogió obras selectas del repertorio para piano de los maestros españoles de este instrumento que durante el siglo XX compusieron gran cantidad de piezas inspiradas en el Arte Jondo. Las obras de Falla, Albéniz y Granados estuvieron arropadas por un cuadro flamenco y el señorial baile de Joaquín Grilo y Leonor Leal.
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Las primeras notas que brotan del Steinway & Sons que nos recibía en la escena, corresponden a la composición que da nombre a la producción. Los sonidos negros de los que hablaba Manuel Torre se ven reflejadas en esta pieza del andaluz universal, Manuel de Falla, gaditano de nacimiento y bautizado al flamenco en los cármenes de Granada. Con predominio de las teclas negras, los cromatismos nos conducen por la geografía flamenca mientras los bailaores hacen sus escorzos que se proyectan en el proscenio a modo de sombra.
Continua con Falla para ofrecernos otras piezas que son danzadas por Joaquín. El jerezano es algo más que un bailaor, ha sabido recuperar las enseñanzas recibidas a principio de su carrera para ofrecernos un baile exquisito, marcado por un carácter netamente del clásico español, la escuela bolera, y el conjunto de los pasos que la representan son bellamente ejecutados al compás que marca el piano.
Mie nos conducirá igualmente al caribe flamenco, para deleitarnos con unas melodías por guajiras en la pieza “Cubana” donde la bailaora Leonor Leal nos llena de sensualidad con sus giros, y donde el braceo cobra igualmente un papel protagonista. De este modo llegará el primer número netamente flamenco. Este espectáculo no se trata de un fusión, toda vez que las obras para piano están compuestas bajo el marchamo flamenco, tanto en compás como en armonía, pero las guitarras sustituirán al piano para ofrecernos un número por cantiñas, alegrías y seguiriyas. Carmen Grilo destacó al cante en la cabal, mientras que José Valencia demostró ser humano, pues no brilló como nos tiene acostumbrados, debido principalmente a problemas con el inalámbrico. El resultado de la siguiente pieza fue de gran nivel con el paso a dos de Joaquín y Leonor a los sones de “El Puerto” de Albéniz. En ella, Mie demostró que no solo es una pianista de gran nivel, sino que sabe impregnar a la partitura el sentimiento flamenco, en especial a la hora de ejecutar el rubato. Ese robo de tiempo que se convierte en una línea imaginaria que solo saben traspasar los grandes intérpretes al darle su personal impronta en la ejecución.
Tras un breve descanso el cuadro flamenco nos deleita por malagueñas, José con los tercios más jondos, y Carmen en las rondeñas, puesta en pie, para conducirnos a otra obra para el piano de cola. En esta ocasión nos remonta a tiempos lejanos con el fandango del candil, que nos embruja, cual geisha en un salón de té de bambú. También pudimos degustar la obra del sevillano Enrique Granados, con dos “Goyescas” que Mie interpreta, para que Leonor, con una majestuosa bata de cola, ofrezca un difícil baile donde da rienda suelta a su buen hacer coreográfico en esta pieza exenta de compás. Y llegará uno de los momentos mas intensos de la velada, por soleá, no podía ser de otra manera. En ella, el Grilo nos da una lección de baile, saliéndose de los cánones de la verticalidad del flamenco. La dulzura de sus movimientos se contagian de la tragedia de las letras que se cantan, y el mimo se hace flamenco. Él remata por bulerías, propio de un gran maestro, y es que el jerezano está pasando por unos de sus mejores momentos de creatividad y rigor escénico.
El espectáculo culminará al ritmo del compás ternario que todos los artistas ejecutan sobre el escenario mientras del piano brotan nuevamente las melodías de la Serenata Andaluza, que se ve culminado con un preciso y bello paso a dos de los bailaores. La interpretaciónprovoca una gran ovación del respetable, que con caras de satisfacción, como la de la Duquesa de Alba, que se encontraba presente, dan su aprobación a este espectáculo.