Brillante estreno mundial de “La finitud”
Se ilumina la escena. Hay un diaporama y un escenario circular con textura de ciencia ficción. La atmósfera remite a las escenas de terror y la música también. La bailarina se introduce debajo de ese suelo que brilla y que resulta ser una capa enorme. La visión se transforma, parece que estamos en una película clásica de monstruos, Nosferatu o Frankestein, quizás. Aparece una calavera. Ser o no ser ¿Shakespeare? No, no es eso ¿Y el flamenco? Se ilumina una ventana. Estamos dentro de una guitarra. ¿Saben que una guitarra por dentro parece una catedral de madera? Sabemos que estamos dentro, porque las cuerdas están por fuera.
Esa primera secuencia que está a punto de poner en fuga a los flamencos es un portento de imaginación y talento escénico que contradice la tendencia a simplificar las puestas en escena. Ya saben, algo sencillo y pulcro, fácil de montar, ligero de transportar y que sea barato y sugestivo. Parece la descripción de los montajes de Manuel Liñán (en unos días veremos su nueva obra “Pie de hierro” y veremos si tengo que tragarme mis palabras).
Escuchamos la guitarra de Javier Conde y el cante de Gema Caballero y los flamencos (y algún pelícano) se mantienen en sus puestos, vigilantes por si necesitan alzar el vuelo. A partir de ese momento este cronista es incapaz de recordar si aparece una calavera con ese cante y si Juanfe Pérez se dedica a acompañar con su bajo eléctrico al guitarrista o al cante. La sucesión de imágenes es perturbadora y uno hubiera agradecido que el sonido se mantuviera un poco más alejado de la sensación de distorsión. Total, apenas recuerdo el orden de cantes y bailes. De pronto aparece el guitarrista tocando de frente desde dentro del circulo para el baile de Sara Calero desde detrás del diaporama generando unas fascinantes sombras chinescas. Creo que no es nuevo, pero ese recurso funciona de manera espléndida (y recuerda a “Nosferatu” de Murnau y al cine expresionista alemán).
Todo el elenco se mueve con eficacia dentro de un guión enrevesado con el cante de la Caballero y los bailes de Sara Calero que me parecen que están más en las formas clásicas que en las de la ruptura estética. El desarrollo visual es tan poderoso que apenas nos da tiempo a discernir la propuesta musical y la bailable del conjunto total de la obra. Así que me concentro en Juanfe Pérez uno de esos músicos que destaca tocando el bajo ¡al lado de la Tremendita! o en la banda de Sergio de Lope. Es capaz de tocar flamenco como si fuera un guitarrista con su bajo de cinco cuerdas. El tipo se levanta de la silla se dirige al otro lado de la escena por detrás del diaporama y regresa sobre sus pasos para colgar el sombrero. Al rato lo vemos tocando un pandero debajo de una máscara en una escena que parece sacada de unos carnavales gallegos de pesadilla. Me suena a tonada gallega con el aire que aporta Gema, la cantaora.
HUESOS NA MÁS
Las escenas finales son apoteósicas y renuncio a contar el final de la película esperando que la obra se represente como merece por la extensa red de auditorios y teatros levantados con dinero público. No haré “espóiler” porque el final es brillante y clarificador. Reaparece la calavera seguida de una divertidísima secuencia de esqueletos que se desarrolla entre la pantalla y la escena. Juanfe ha dejado el bajo y toma una jarana de inconfundible aire mexicano que nos lleva al día de muertos bailados con gracia por Sara Calero que introduce gestos de indudable comicidad. A esas alturas no importa si somos flamencos o pelícanos. La obra es para todos los públicos y todos los oídos y aquí es donde hay que aplaudir el arrojo de toda la compañía capaz de sacar adelante el estreno de una obra de estas características sin un ensayo general “in situ”. Asombroso.
Fotografías – Pablo Lorente
Sara Calero, bailaora. Gema Caballero, cantaora. Javier Conde, guitarrista. Juanfe Pérez, bajo eléctrico.
Sara Calero, idea, dirección y coreografía. Gema Caballero, dirección musical. Javier Conde, arreglos guitarra. Juanfe Pérez, arreglos y composición bajo eléctrico. Javier Morillas, música, arreglos y chelo en Lacrimosa de Mozart. David Picazo, diseño de iluminación. Pilar Valdelvira, técnica de iluminación. Marta Azparren, diseño video arte. Víctor Tomé, diseño espacio sonoro y proyecciones. MarcosGpunto, fotografía. Gerriets y Fernando Calero, realización escenografía. Magoncas, Pilar Cordero y Maty, realización vestuario. Antonio García, fotografía..Manuel Moraga, comunicación. Elena Santonja, producción y distribución. En colaboración con el auditorio Paco Rabal de Vallecas.