Texto: Ernesto Novales
Fotos: Rafael Manjavacas
'La Pepa' vuelve a triunfar en Cádiz
SARA BARAS «La Pepa» Gran Teatro Falla. 19 marzo 2012. Cádiz |
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Dirección, guion y coreografía: Sara Baras. Director musical: Keko Baldomero. Diseño de luces: Óscar Marchena, J. Luis Alegre, Sara Baras. Escenografía: Ras Artesanos. Vestuario: Torres-Cosano. Bailarines: Sara Baras y José Serrano (artista invitado). Cuerpo de baile: Carmen Camacho, Charo Pedraja, Cristina Aldón, Isabel Ramírez, Mararena Rodríguez, Mª Jesús García, Natalia López, Tamara Macías, Alejandro Rodríguez, Daniel Saltares, David Martín, Manuel Ramírez Raúl Fernández. Repetidora: Mª Jesús García. Guitarras: Keko Baldomero, Miguel Iglesias. Cante: Saul Quirós, Emilio Florido, Miguel Rosendo. Percusión: Antonio Suárez, Manuel Muñoz 'Pájaro'. Después de dos años apartada de la escena para ser mamá, Sara Baras ha vuelto a encontrarse con su público. Lo ha hecho en su tierra, con una compañía renovada y encarnando el espíritu de aquel hito liberal que fue la Constitución de 1812 en el día de su 200 aniversario. Muchos ingredientes para acudir a uno de los eventos flamencos del año que, en el día de su estreno, estuvo exclusivamente accesible para invitados, prensa y protocolo. La principal duda que me surgió al entrar en el Gran Teatro Falla era qué Sara sería que que volvería al ruedo. ¿Cómo habría afectado el periodo sabático y la maternidad en su baile? ¿Veríamos a una artista más serena o más introspectiva? ¿Quizás más mermada en su despliegue técnico? Pues la respuesta, por sintetizar, es que la Sara Baras que acaba de llegar es exactamente la misma que nos dejó hace dos años. Con unas ganas tremendas de bailar y de comerse el teatro, demostró que sigue en plenitud de facultades físicas, que sus pies siguen siendo de lo más espectacular de la escena flamenca, que tiene dentro una fuerza y un tirón que hacen fácil su conexión con el público. Que posee un don especial para dirigir a un cuerpo de baile disciplinado a más no poder. Que su discurso está más volcado hacia fuera, hacia el resultado efectista, que hacia una investigación profunda de sí misma. Y que, como siempre, cuida sus espectáculos al milímetro. 'La Pepa' es una obra descriptiva sobre la realidad de aquella España de hace dos siglos que se refugió en la Isla para resistir el envite francés y que soñó despierta con un mundo de libertades. Partiendo de los horrores de la Guerra de la Independencia, el espectáculo arranca con unos bailarines arrastrados por el caos y el sufrimiento que danzan un martinete marcial. Tras ellos, aparece Sara Baras como bálsamo de las heridas y refugio de desesperanzados. Consigue trascender el luto del momento despojándose de un abrigo negro para mostrar la exuberancia de un vestido rojo y, con un vals sugerente, transportarnos hasta el oasis gaditano. Allí conocemos la incesante actividad del puerto, el temperamento vivo y alegre de sus gentes por tanguillos , la tremenda sensualidad de sus mujeres (guajira), el trasiego y el trabajo masculino (zapateado). Aquí reaparece Sara por seguiriyas para regalarnos uno de los momentos más emotivos de 'La Pepa'. Entramos en las Cortes, donde sus señorías debaten al ritmo de bulería por soleá. Cada bailaor-diputado realiza un solo mientras los demás les hacen compás. Por supuesto, es La Pepa y su gran capacidad seductora la que consigue ponerlos a todos de acuerdo en la nueva Constitución. Una malagueña del Mellizo, estilo por cierto influenciado por los cánticos litúrgicos, envuelve el acto solemne del juramento y, por fin, asistimos a la promulgación de la Carta Magna. Lo hace José Serrano con una farruca interesante en lo coreográfico pero larga en su conjunto por el abuso de los zapateados.
Y es así como llegamos al final de la obra. Una voz en off de la propia artista nos cuenta lo que para ella significa La Pepa: «(…) voz del pueblo en forma de mujer y respira libertad». Sara Baras aparece materializada en forma de estatua y sobre un pedestal, en lo que es la imagen más representativa del espectáculo. Al compás de unas alegrías la escultura toma vida y le danza al éxtasis. Éxtasis histórico por la consecución de la flamante Constitución y éxtasis personal por haberse reencontrado con su público. Esto explica el derroche de poder demostrado en su último baile, rematado con unas bulerías apabullantes. |