Resumen: Sangre Nueva. Tamara Escudero / Juan Habichuela nieto / Selene Muñoz
JUAN HABICHUELA, nieto – guitarra en concierto |
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Texto: Pablo San Nicasio Ramos “Ansias” Siguen los conciertos en el Teatro Español. Eugenio Gurumeta y Paco Ortega se las han ingeniado para traer a gente prácticamente desconocida para el gran público y marcarse sin embargo unos resultados de asistencia de notable para arriba. Primer tanto a su favor. El segundo. Hacer que estas galas de varios artistas no sean los maratones que vemos en otros festivales, cuando sabemos la hora a la que se entra pero no cuando se sale. En esta ocasión, tres flamencos a media hora cada uno, con descanso. Así a nadie se le hace largo. Si en media hora uno no es capaz de mostrar sobre las tablas lo que tiene, mal vamos.
El tercero, traer a artistas que tengan cualidades y juventud reales, chicha flamenca donde agarrar. Que luego ya se verá. Con eso y las ansias de triunfo de los protagonistas, que son evidentes, seguro que el éxito se da. La noche del sábado tocaba turno a tres jovencísimas y diferentes concepciones flamencas: Juan “Habichuela” nieto, al toque. Tamara Escudero al cante y Selene Muñoz con los tacones. El más pequeño de los “Habichuela” lleva apuntando maneras algún tiempo. No sabíamos de su versión solista pero sí de su increíble flamencura y añejas formas cuando le veíamos con Enrique Morente, su principal trampolín. Anoche presentó cuatro toques en un formato genuinamente solitario. Algo que, de entrada, es encomiable porque lo normal hoy día en un guitarrista es buscar refugio entre la multitud. Solo “Bandolero” le llevó el compás, junto a dos palmeras. Aunque no hubiera pasado nada de no haber salido, porque el cajón se hizo empalagoso y demasiado potente en algunos pasajes. Arrancó con una original rondeña, algo tembloroso y sucio al principio, para ir asentándose y subiendo el listón en un impresionante trémolo de ideas muy similares a lo que tiene grabado el Maestro Sanlúcar en su “Oración”. Eso, y un pizzicato con solventes soluciones técnicas fueron lo mejor del comienzo. La soleá reafirmó lo añejo de la estampa de este Carmona. Guitarrista al que no le gustan las poses con la guitarra (su “look” es de por sí flamenco) pero que sin embargo consigue enganchar mucho al público. Juan tiene empaque, grandes ideas y condiciones, pero la soleá salió algo atropellada. De nuevo el ansia. Aún así suena nuevo, porque vuelve a unas raíces para la mayoría olvidadas. En las alegrías se desató definitivamente la locura. Reconocimos una melodía ornamentada, con melodías “paqueras” y a la vez recursos de la vieja escuela, como un picado a tres dedos francamente difícil y mucha potencia de pulgar, algo que se notó aún más en las bulerías del final. Puro fuego este Juan “Habichuela” Junior, sin duda lo más sobresaliente de la noche en cuanto a novedad.
Tamara Escudero es una guapa cantaora de Castellón (otro Escudero flamenco “extranjero”). Con voz dulcísima, prácticamente idéntica a la de Estrella Morente, a Tamara la conocíamos por Madrid desde su aparición primaveral en la “Suma Flamenca”. El sábado, sin embargo, Tamara tuvo que pelear contra todo y contra todos. Llevó a Israel Jiménez a la guitarra, tocaor que demostró unas notables condiciones técnicas pero también mucha descoordinación para los cierres y finales con la cantaora, a la cual tapó en muchos momentos. Comenzaron juntos por soleá, a toda prisa. Las ansias, los afanes, subieron mucho el metrónomo y no se pudo paladear todos los registros del regalo que tiene Tamara en su garganta. En la taranta y cartagenera Israel se marcó una falseta con trémolo digna del mejor solista, pero el cierre improvisado echó todo a perder, y eso que la pareja se había serenado y Tamara lo daba todo. Fandangos y tangos de nuevo pusieron sobre la mesa las buenas condiciones de ambos, pero sus lagunas aún como dúo. Tiempo habrá. Como al primero de la noche, estamos hablando de gente con los mejores asesores a su alrededor. Además, la de ayer era una cita para aprender y sacar conclusiones sobre uno mismo de cara al futuro. La segunda parte puso en escena a la más “placeada” de la terna. La bailaora de exótico origen Selene Muñoz. La bellísima balear posee una formación que abarca tanto la contemporánea como la danza clásica, siendo el flamenco algo más secundario en sus formas. El flamenco más racial, se entiende, porque los conceptos básicos están superados para ella. Bailarina más que bailaora, Selene es capaz de hacer en cada movimiento una foto perfecta de calendario, una estampa de estética intachable.
Lo tiene todo para ser un verdadero icono, una musa. Además, sabe cual es su lugar sobre el escenario y maneja muy bien los tiempos, las luces, los recursos y diálogos con el público. Es, además, original en el cuadro que lleva con ella, dando mucha importancia a los vientos flamencos (gran noche, de nuevo la de Diego Villegas) y rodeándose siempre de enormes guitarristas, como el tremendo Jesule Losada. La música que acompaña a Selene es como ella, ecléctica. Como ejemplo el guiño al tango argentino en medio de la escobilla de las alegrías finales. A Selene sólo le falta la garra, el fuego que le sobra a Juanito “Habichuela”. Resumiendo, noche donde se vieron cosas positivas y otras no tanto, pero donde sin duda hubo materia de debate a la salida y esperanza en el futuro. Hay dos cosas a favor en todo esto: las ansias y el tiempo. De eso hay en cantidades industriales. |