Paco Cruz, Guitarrista; Tamar González y Anabel Moreno, Compás – Sala Negra Teatros del Canal – Suma Flamenca 2020
Hay un camino que comunica a Sandra Carrasco con Enrique Morente. Por un lado su afición al flamenco y por el otro (y en la misma medida) un deseo de volar por encima y por debajo de los estilos, sean los que sean. Enrique Morente sentía una insatisfacción con su obra discográfica, algo que trasladaba sin problemas a sus interlocutores. Cada vez que acababa un disco sentía que podía haberlo hecho de otra manera, así que cada encuentro promocional se convertía en una reflexión sobre “cómo hacer camino al andar” que decía Antonio Machado. Los interlocutores de Morente volvíamos a sus conciertos en busca de respuestas y siempre encontrábamos preguntas nuevas. Así nos acostumbramos a la dialéctica a la vez que rehuíamos de las verdades inmutables del flamenco y eso.
La carrera discográfica de Sandra Carrasco es una colección de encuentros brillantes que no siempre se han resuelto de la mejor manera. Hay pequeños detalles en sus producciones que no acabaron de encajar: “Océano” tenía casi todos los ingredientes para ser un éxito como el de “Lágrimas Negras” salvo que en este embudo que compartimos el flamenco con la música latina nunca se repiten los hallazgos. Sandra estuvo tres años de gira con Anouska Shankar pero aquí la música de la India… También estuvo de gira con el proyecto flamenco del bajista camerunés Richard Bona, pensarán que aquí los africanos… puntos suspensivos, pero Bona tiene legiones de seguidores en el jazz ¿y en el flamenco? Grabó un disco impecable con Rycardo Moreno y Joao Frade “A Galeano” dedicado a los relatos del escritor uruguayo que coincidió con su maternidad. Antes del virus presentó su proyecto en torno a la figura de Canalejas de Puerto Real y al mismo tiempo otro disco con el pianista Pedro Ojesto.
Salió Sandra Carrasco vestida de volantes posmodernos con todas las ganas de comerse al mundo en homenaje a Morente y luego explicó que eso era una temeridad, continuó por Pepe Marchena y abrió ese melón (y la sandia) que en el caso de Morente recordamos con la Orquesta Chekara. La sensación general es que Sandra necesita un poco de pausa; o quizá sea este cronista que estaba desubicado. La sala Negra de los teatros del Canal comienza a las 21,30 y uno se presentó dos horas antes. Así que no iba con la velocidad adecuada. El sonido me parecía demasiado agudo y el repertorio me parecía o demasiado flamenco o todo lo contrario. Por un lado Rocío Jurado, por el otro Beethoven sorprendente por alegrías y más previsible en algo parecido a una bulería. Son esas cosas que te parecen importantes cuando temes pasar por el trauma de Cenicienta, no llegar a casa antes del toque de queda y volverte calabaza.
Evidentemente aturdido aún pude apreciar los caminos del guitarrista Paco Cruz que acompañaba a Sandra como si su guitarra fuera un “nguni” de Mali mientras la cantaora se lucía como una improvisadora descomunal. Tuvo momento para “caracolear” por Lola Flores y para irse a Cuba a buscar una guajira.
No es la primera vez que nos sorprende con sus improvisaciones, en el bis del legendario concierto entre Jorge Pardo y Lin Cortés en el Madgarden del 2017 Sandra nos demostró que es una de las grandes vocalistas de nuestra música. Y yo prometo mirarme los horarios y hacer como con Morente, volver a sus conciertos con la adecuada presencia de ánimo. Para este bis de la Suma se puso rumbera (onda María Jiménez o La Polaca) y se bailó la despedida por todo lo alto.