Samuel Serrano y María Terremoto, dos viejóvenes de lo jondo

Espectáculo: Juventud emergente. Cante: María Terremoto y Samuel Serrano. Guitarra: Nono Jero y Diego Amaya. Palmas y compás: Manuel Cantarote, Manuel Valencia, Tate Núñez y Cepa Núñez. Ciclo: Jueves Flamencos de Cajasol. Fecha: miércoles 5 de junio. Aforo: Lleno.

Sara Arguijo

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A la juventud se le atribuye osadía, soberbia, irreflexión, superficialidad, desconocimiento, poca perspectiva y entusiasmo. A los mayores, por el contrario, sabiduría, cierta ternura, equilibrio, prudencia, experiencia y cansancio. Como si todo lo que somos estuviera indisolublemente unido a la edad.

Sin embargo, he visto a artistas octogenarios pisar el escenario con la frescura, la ilusión y el arrebato de un quinceañero. Y este mismo miércoles Samuel Serrano (Chipiona, 1994) y María Terremoto (Jerez de la Frontera, 1998) se estrenaron en el prestigioso ciclo sevillano de los ‘Jueves Flamencos’ con la presencia, la seguridad y el control de dos cantaores insultantemente jóvenes por fuera y asombrosamente viejos por dentro. Puede que porque, como leía hace unos días en Mi tío Oswald del novelista Roald Dahl, cuando algo te apasiona verdaderamente el entusiasmo se impone a los años y no cabe otra que la entrega máxima, arrebatarse y perderse como si fuese la primera vez y la última.      

Por eso, ambos ofrecieron un espectáculo de piel, vísceras y pálpitos en el que el público fue enloqueciendo por momentos. Sorprendido por las hechuras, el espíritu, la fuerza y la seriedad que transmitían estos dos artistas salvajes.

Así, de Samuel Serrano conmovió su voz rajada y la rudeza de su cante, corto, directo, lanzado a matar. Su eco roto y profundo, siempre en búsqueda y tensión perpetua. Y también la maestría con que imprimió a cada palo (alegrías, soleá, bulerías) lo que requería, llegando a estremecer por seguiriyas, donde el chipionero recogió sus a veces excesivos ademanes para adentrarse en el sufrimiento del cante.

Y cuando aún resonaban los bravos por su actuación, una poderosa María Terremoto se plantó frente al patio de butacas y le bastó el ayeo para levantar el revuelo en el patio de butacas desde donde ya no se dejaron de oír vítores y oles. “¡La que estás formando hija!”, se gritaba.

Desde luego desde que la jerezana se hizo en 2016 con el Giraldillo Revelación de la Bienal de Flamenco lo suyo está siendo una carrera meteórica en la que no deja de confirmar la artista que es y revelar la que puede llegar a ser. Ya no sólo por su impresionante capacidad vocal, con notas limpias y exactas, su timbre flamenquísimo y su magnetismo, sino porque en ella encontramos los ecos y el reflejo de grandes de todos los tiempos, desde Pastora Pavón a Lola Flores, pasando por Juana la del Revuelo, Aurora Vargas o incluso Remedios Amaya.

Arrebatadora, crecida, desafiante, creyéndose lo que hace y consciente de lo importante que es cada recital, María Terremoto se fue imponiendo con un repertorio de bulerías, tientos-tangos y fandangos que controla a la perfección y que le permitió expandir toda su personalidad, bailando, cantando a capela y señalando con el dedo hasta poner los vellos de punta. Como colofón, una ronda por tonás de ambos “para irnos en condiciones”, y el público desconcertado y feliz de descubrir que el flamenco que profesan estos jóvenes no sólo emerge sino que da frutos.  

Fotografías: Remedios Malvarez

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