Contaba José Manuel Gamboa, en la conferencia El flamenco que nos formó en la distancia que dio el pasado año en el Flamenco On Fire con motivo del 30 aniversario del fallecimiento del maestro Sabicas, que el pamplonica enseñó al mundo entero a tocar, influyendo en los padres de la guitarra actual desde Niño Ricardo, Serranito, Paco de Lucía a Manolo Sanlúcar, y de ahí a los que escuchamos hoy en los escenarios. Por eso, los recitales de toque que programa la cita navarra son siempre un homenaje al legado del genio porque, de alguna manera, todos son sus herederos y encierran en sus manos alguna de sus enseñanzas.
Así lo reconoció Rycardo Moreno en el concierto que ofreció el jueves en la inauguración del festival en Civivox Condestable. Aquí, el lebrijano, quién destacó la contribución de “este meteorito” del que 50 años después “seguimos preguntándonos cómo pudo crear esos cambios armónicos”, volvió a situarse como uno de los tocaores más personales de la escena jonda. Con un sonido envuelto de melancolía y deseo, Moreno trajo su toque recogido y estimulante que lo mismo arrastra aromas y ecos añejos de las fiestas familiares de su pueblo que traslada a suburbios nocturnos de una gran ciudad. La suya es una guitarra soñadora pero sensata. Que trastea con ansia, pero sin rabia. Que resulta cercana, pero es reflexiva. Que es conceptual, pero sensible. Que gusta porque sorprende.
También sorprendió la propuesta que trajo al mismo espacio este domingo el joven Yerai Cortés, que tras el éxito de su actuación con Rocío Molina en la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla, llegaba para ofrecer su primer concierto en solitario. Como ya hizo entonces, el alicantino volvió a encandilar al público con su pellizco y su gusto. Cortés practica un toque poco común en esta época donde agradecemos que los audios del whatsapp se pongan al X1,5. Al contrario, él deja aire, ralentiza los compases y los frena para buscar los silencios. En su repertorio de jaleos, taranto, seguiriya, farruca, tientos y bulerías ofreció un despliegue de riquísimas melodías en el que no echamos de menos ningún acompañamiento. Así, despojado, será su próximo disco que, como explicó, incluirá estas piezas y pretende “mantener la pureza que había antes, como me enseñó Sabicas, uno los pilares que me ha animado a ponerme solo ante el peligro”, dijo. Se agradece también su actitud alegre y disfrutona, que huye de este toque sufriente y constreñido. Además, Cortés se queda con lo esencial y suena profundamente flamenco.
Como indiscutiblemente flamenco es Diego del Morao, quien regresó a la cita navarra acompañado por “el mejor percusionista del mundo”, Israel Suárez ‘El Piraña’, con un recital entusiasta y visceral que logró que olvidáramos el frío que hacía en el patio del Palacio Ezpeleta. El jerezano se acordó esta vez especialmente de su padre, “mi razón de ser como artista y el culpable de que esté aquí”, regalando luminosas y enérgicas falsetas. Así, con un toque expansivo, que calienta, acompaña y anima, trajo un guitarra viva, rápida y ambiciosa e hizo alarde de su poderío rítmico y de recursos.
En definitiva, la guitarra es esto. La creatividad y los juegos armónicos de Rycardo Moreno, la melodía y el sabor de Yerai Cortés y el ritmo y la frescura de Diego del Morao. El toque que hace pensar, el que canta y el que baila. Lo intelectual, lo natural y el nervio. El que se sitúa en el ahora, el que mira al pasado y el que viaja al futuro. Llorar, sentir y romperse.
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