Rubén Olmo, el flamenco que detiene el tiempo

Rubén Olmo "Horas contigo" Festival de Jerez

Rubén Olmo "Horas contigo" Festival de Jerez

COMPAÑÍA RUBÉN OLMO – HORAS CONTIGO  (video / fotos / english review)
Teatro Villamarta – Especial Festival de Jerez


 

El artista sevillano presentó “Horas contigo”, un ejercicio de memoria y agradecimiento en el que destacó su técnica y su enorme capacidad para generar belleza.

Silvia Cruz Lapeña

Es increíble que un hombre solo tenga la habilidad de llenar un escenario como lo hace Rubén Olmo. En el Festival de Jerez, hasta la música le sobró en algún momento, pues verlo bailar es oír el palo, la melodía o la sonata sin que haga falta que suene.

En “Horas Contigo”, pieza que ya presentó en Madrid, el bailaor/bailarín hace un ejercicio de memoria y de agradecimiento. Montado a partir de piezas que otros coreografiaron en el pasado para él, es obvio que este show es un echar la vista atrás. Y lo hace con amor. Con muchísimo amor. Como si quisiera honrar los trajes que gentes como Rafael Estévez, Valeriano Paños, Eduardo Leal o Patricia Guerrero crearon un día a su medida.

Otro ejemplo es la Falsa Farruca ideada por Israel Galván, ejecutada con gaita y un ejercicio basado en la deconstrucción, con aires surrealistas y una guasa que Olmo lleva, por momentos, a lo paródico. Y bienvenido sea el tono, que está el patio flamenco muy serio y muy cejijunto.

El sevillano además es generoso, pocos artistas se dignan a pedirle a alumnos suyos, Guerrero y Leal, que le monten una pieza. La más destacada del estreno en Jerez fue la de la granadina, en cuyo ejercicio, Olmo y su alumna aventajada lo dieron todo. Hay algo inevitablemente competitivo en ver a un maestro bailar con alguien a quien ha enseñado y Patricia es mucha bailaora para casi cualquiera. Pero en ese duelo Olmo demostró porque es Premio Nacional de Danza. La clave está en sus pausas, en el modo en que se para y se lo piensa.

Para explicarlo mejor, deténganse en esta imagen: Olmo es un pájaro. No sólo por la extensión de sus brazos y su aleteo. También lo es por la forma en que se detiene en un mismo movimiento, aguantándolo, sosteniéndose en el aire, casi volando. O levitando. Y sin aburrir, pues es capaz de transmitir al espectador lo que está pensando y sintiendo en cada instante. El baile del mantón es un buen ejemplo. Con esa pieza final, bailada en puntas, con un inmenso paño bordado y cuajado de flecos que dominó de forma asombrosa, quedó clara su habilidad para congelar la imagen, para detener el tiempo.

En esa creación, más lírica, podía parecer fácil, pero volvió a conseguir el mismo efecto en el bis por bulerías, flamenquísimo, rotundo, festivo, que fue apagando hasta darlo por acabado. Sin un golpe de más, sutil, como en gerundio. Muchos bailaores deberían fijarse en esa manera de rematar, pues las codas de Olmo son dignas de una antología.

Hubo cosas mejorables en la puesta en escena. Por ejemplo, sobraban las pantallas y los audiovisuales que rodeaban el escenario del Teatro Villamarta, no por el contenido, sino porque este bailaor no precisa refuerzos y porque cinco sentidos son pocos para prestarle atención a los muchos detalles que contiene su baile. También la neblina creada al inicio del espectáculo entorpeció la visión del espectador en los primeros bailes. Pero todo eso fue peccata minuta ante el alarde de baile y belleza que ofreció el sevillano, que ha creado un espectáculo con el que revisa su carrera y da las gracias, un gesto que lo enaltece y que sabe a punto y aparte.

Galería fotográfica Rubén Olmo «Horas contigo» en el Festival de Jerez, por Ana Palma

 

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