Texto: Estela Zatania
Foto: Tamara Pinco
Rocío Molina «Afectos»
Sábado,18 de enero, 2014. 20h. Teatro Bernadette Lafont, Nimes (Francia)
Niña prodigio, adulta prodigiosa
Para la última jornada del Festival de Nimes había tres citas de muy diferente contenido. A mediodía el colega José Ma. Castaño ofreció su charla, una excursión por el mundo jerezano del cante y los vinos característicos de la zona.
A la hora torera de las cinco de la tarde, un recital de lujo tuvo lugar en el Instituto Emmanuel d’Alzon. Dos veteranos, repletos de vivencias y conocimientos, Manuel Márquez “El Zapatero” y Antonio Ruiz “El Carpintero”, de Triana y Morón de la Frontera respectivamente, nos recordaron a todos de donde venimos y de donde parte el flamenco que hoy en día conocemos y amamos. Con la espléndida guitarra de Dani de Morón, que se adaptó magistralmente a estas formas pretéritas, cantaron por tangos, malagueñas, siguiriyas, por soleá, mucho, y martinete, dando explicaciones generosas y simpáticas por el camino.
No está claro por qué determinados artistas están impulsados a abandonar las formas del flamenco y buscarse “fuera de la caja”. Un genio es un genio, baile lo que baile, cante lo que cante, toque lo que toque. Por ejemplo, Rocío Molina. Siendo todavía una adolescente, y habiendo aprendido a bailar flamenco de bien p’arriba, sintió la necesidad de ser “diferente”, de sorprender, no sólo con pasos novedosos o nuevos conceptos coreográficos, sino inventando todo un sistema particular suyo. Por obligación profesional – sería una negligencia extrema hacer lo contrario – tengo que advertirle al aficionado tradicional que no deba acudir a esta obra de Molina en busca de flamenco. Flamenco hay. Pero en dosis pequeñas y esporádicas aunque brillantes, no cabe duda. No obstante, aquí lo que se vende es la pulcritud absoluta de movimiento, la meticulosidad, movimientos originales y el extraordinario diálogo con la cómplice de Rocío, cantaora y en esta ocasión guitarrista, Rosario “La Tremendita”. Es la antítesis de la espontaneidad que estamos acostumbrados a encontrar en el flamenco. La obra queda como una serie de hazañas técnicas, sin que esto signifique ausencia de valor artístico, sino todo lo contrario. Un tipo de comunicación tan válida como el que tiene lugar dentro de una estructura preestablecida, y permite que el intérprete se libre de la tradición y vuele con libertad. Las mismas formas del flamenco que dan la libertad de expresión a los artistas clásicos, son una camisa de fuerza para una súper dotada como Rocío Molina.
Habiendo aceptado esas condiciones, con todo lo que implican, ya puedes tomar asiento y disfrutar de esta obra de Rocío Molina, “Afectos”. Los primeros veinte minutos son francamente lentos, y la obra en general peca de una opresiva oscuridad, lacra de las obras flamencas del nuevo milenio – sorprende un poco que Rocío se haya dejado llevar por este lugar común. Pero luego la cosa se anima, y entramos en el universo paralelo de Rocío Molina, donde todo resulta familiar pero transformado, la ley de la gravedad parece no mandar tanto, los instrumentos musicales se tocan solos y el tiempo puede correr en cualquier dirección. En este universo de Rocío, ella es autosuficiente. No necesita de cante ni de compás como lo entendemos la mayoría. Movimientos que nunca habías visto en el flamenco ni en ningún sitio, mucho taconeo y percusión novedosa, palmas “de diseño” y un sublime sentido del humor cuando menos te lo esperas, provocan animados vítores a lo largo de la obra.
El público que acude a ver una obra de Rocío Molina sabe lo que hay, y la joven es generosa con su genialidad. Hay algún que otro bache repetitivo, casi aburrido, pero quedan perdonados con las bulerías a bocajarro de Rocío con la Tremendita, los tangos de Triana que conservan su sabor “a pesar” de la contemporaneidad de la interpretación, la petenera estilizada con el baile jeroglífico de Rocío o la rumba casi cómica del Café con Ron. Son las señales de carretera que nos conducen por la inquietud y la mente creativa de esta joven artista.
Pablo Martín completa el reparto de tres con su contrabajo y su habilidad con el sampler, único acompañamiento musical aparte de la guitarra de la Tremendita,
De esta manera espectacular se clausura el venerable Festival de Nimes en su vigésimo cuarta edición, y que cumpla muchas más.