Texto: Sara Arguijo
Fotos: Remedios Malvarez
Jueves Flamencos Cajasol. Rocío Márquez «Romance» – 12 Marzo 2015.
Romance con Rocío Márquez
Cante y dirección: Rocío Márquez Guitarra: Miguel Ángel Cortés Percusión: Agustín Diassera Palmas y coros: Los Mellis Ciclo: Jueves Flamenco de Cajasol Lugar: Sala Chicarreros de Sevilla Fecha: 12 de marzo de 2015 Aforo: Completo.
Desde el Romance de Córdoba todo fue Rocío Márquez. La cantaora se presentaba este jueves en el ciclo sevillano de los Jueves de Cajasol, después de recorrer en la Bienal los campos marcheneros levantando suspicacias entre los más ortodoxos, con un recital propio con el que demostrar lo que en su cante hay de bagaje, de experiencia y de visión futura.
A estas alturas la onubense se conoce a la perfección. No sólo porque sabe cuáles son sus cualidades vocales y se ha preocupado de explorar todos los senderos posibles sino porque ha aceptado su personalidad artística y defiende ahora aquello con lo que se siente cómoda. Lo que percibe es la diferencia.
Rocío canta palos que apenas ejecutan las de su generación –jotilla de Aroche, caña, guajiras, peteneras, romances- y lo hace acudiendo a letras que rebusca en cajones de los que ya nadie se acuerda. Como decíamos, ha perdido cualquier atisbo de complejo y ha preferido evitar absurdas discusiones apostando por una visión propia del flamenco que la hace personal, distinta.
Su concepto musical rompe el corsé de la pureza mal entendida para abrirse al mundo y buscar nuevas melodías y registros tonales. Por eso sus conciertos resultan originales y pueden ser programables en otros circuitos ajenos a lo jondo. Porque, de alguna manera, -decía alguien en el asiento de al lado- recuerdan a estilos intimistas y líricos de cantantes de otras músicas como Pasión Vega o Sole Giménez. Aunque en su caso el flamenco esté siempre presente.
Su interpretación de los tangos, acompañada por la excelente guitarra de Miguel Ángel Cortés que protagonizó algunos de los mejores momentos como las bulerías, permitió a los aficionados afrontar este palo desde otra perspectiva. La que tiene la cantaora para abandonar la dureza de los cantes y proponer la caricia, la sensibilidad, el gusto. O, más bien, el regusto.
Prueba de ello fue el citado romance de Pepe Marchena donde Rocío refleja todo lo que ella significa. Su manera no de cantar sino de contar el cante. De narrar las historias, de dosificarlas y de mecerlas. Aquí puso entonces al público de pie, se enamoró y consiguió que el patio de butacas sintiera el flechazo en el pecho.
Si en una primera parte, perfecta técnicamente, se percibió cierta frialdad o lejanía, desde este instante la cantaora empezó a romperse regalando unas seguiriyas con las que volvió a arrancar improvisados aplausos mostrando además un absoluto control de la voz y una majestuosidad académica. Lo mismo que con los fandangos a capela con los que cerró la propuesta.
Definitivamente, Rocío Márquez no precisa de beneplácitos porque se sabe poderosa. Es una esteta, culta, inteligente y coherente. Pero, sobre todo, ha sabido trasladar eso a su personalidad cantaora y a su saber estar en escena donde nunca se olvida de agradecer su trabajo hasta los técnicos. Ella, en fin, es un té con doble terrón de azúcar. Un placer para los golosos que gustan de beber lento.