Los flamencos siempre llegan después (de los “terraplanistas” y los constructivistas)
En el flamenco las cosas van despacio. Eso explica que un proyecto que se editó en disco en la primavera de 2022 no fuera programado en el festival flamenco madrileño hasta año y medio después en que ha pasado por festivales de música pop, el Grec y hasta por el festival de jazz de San Sebastián.
Antonio Benamargo lo tiene claro y abre la Suma Flamenca con una propuesta que ya se ha visto en Madrid dos veces con todas las entradas agotadas. En el flamenco todo es lento se pisa sobre seguro y uno se acostumbra a eso, al ya lo entenderán; y luego pasa lo de siempre que los últimos en entenderlo son los flamencos. Le pasó a Paco de Lucía cuando se quitó la chaqueta, la corbata y cruzó las piernas. Le pasó a Camarón, le pasó a Morente… los “terraplanistas-del-flamenco” dijeron que cómo iba a ser eso. Luego llegaron cajones de Lima y los saxos del jazz, hubo mucho ruido, algunos omegas y bastantes “acaboses”. El flamenco se muere y eso.
El flamenco apenas reflexiona sobre lo que le pasa al flamenco. Todos tenemos la culpa, yo -sin ir más lejos- recibí una propuesta sobre la “epistemología-del-flamenco” de un querido profesor de filosofía de una universidad. Quise hacerme el gracioso con lo de la cultura oral y contesté farruco:
-A mí eso de la epistemología no me lo dice usted en la calle
Luego no hubo manera de disculpar el chiste y deshacer el entuerto. Falta humor y mucho swing y sobran los oídos sordos que opinan antes de escuchar. “El tercer cielo” contiene una canción mayúscula, “de mí” que nunca falta en mis sesiones de dj, también me gusta mucho “un ala rota” que es una de las pocas piezas que está subrayada su procedencia (un garrotín) el resto del disco es más duro de pelar para un oyente como yo que gusta de la electrónica lo justo para sobrevivir. Así que estaba esperando con el resto de los flamencos a que cayera la breva y poder ver el concierto en directo.
Rocío canta mientras se arrastra por el suelo, Bronquio baila y mueve botones como si eso fuera música (más adelante demostrará que sí, que hace música con el ordenador). Rocío se envuelve en un capote que se convierte en falda, baila como un derviche. La puesta en escena es minimalista, como un lienzo constructivista de Kandiski (sic) en el que los dos artistas se mueven como autómatas (puede que Rocío baile como una muñeca de una caja de música).. Hay dos telones que rasgan la caja negra del teatro en un ángulo de 45 grados. No hay pausa, ni oles, ni aplausos. Rocío canta flamenco puede que después de deconstruirlo, suena el yeli, yeli; luego suena otra cosa. Los beats, loops y ruidos que lanza Bronquio no tienen traducción flamenca. Rocío se refugia debajo de la mesa del dj que mueve compulsivamente los botones. Comienzo a sospechar que no es una coreografía que ese es su instrumento, que lo suyo consiste en encender y apagar, poner en marcha “loops” y luego distorsionarlos, los pregrabados sufren como sufre un amante enloquecido por el sexo. A veces anticipa un compás pero no parece obsesionado con eso de acompañar a Rocío “como-dios-manda” y sigue a lo suyo y resulta hipnótico. Rocío está cantando encima de la mesa cuando suenan los acordes que anuncian “de mi”, una rumba y Rocío desaparece por el vértice de la escena, perdón eso fue antes, ahora se va por uno de los laterales del escenario y se canta su mejor canción -¡el single! bailando sombras chinescas por detrás del lienzo. El público mueve ligeramente la cabeza mientras uno se aguanta las ganas de mover el culo.
Bronquio parece un cantante de trap haciendo la segunda voz y parece que dice: “perdón-perdón-perdón” mientras vuelve corriendo a la mesa de sonido porque se le acaba la pista, da la impresión de que es un error asumido incorporado a un espectáculo que parece medido al milímetro y que los artistas se empeñan en reventar para no parecer un producto de la IA (inteligencia artificial). Por primera vez en Madrid el personal estalla en aplausos. En Donosti no se aguantaron tanto y aplaudieron después de “un ala rota”
Cuenta Rocío Márquez que justo antes de abordar este proyecto sufrió una crisis creativa-existencial que se curó dando gritos y muy influenciada por Diamanda Galas, nuestra Fátima Miranda o el mejor Niño de Elche. De esa faceta experimental queda un juego vocal con los botones de Bronquio que fue entrando en la cosa del compás como si fuera un error, como por casualidad. Pero no se equivoquen, por muy subversivo que les parezca el espectáculo. La provocación máxima que pueden llegar a imaginar los artistas y el público es… que aparezca una guitarra y un guitarrista y… a ver que le pasa a Bronquio con los botenes en rojo y a Rocío con la voz caliente. Ensoñaciones aparte, despedimos a los artistas puestos en pié. A ver qué inventan en la próxima.