Texto: Sara Arguijo
Fotos&video. Rafael Manjavacas
Espectáculo: «Parque de María Luisa» Guitarra: Rafael Riqueni Segunda Guitarra: Paco Roldán Saxo: Gautama del Campo Piano: Chiqui Cienfuegos Viola: Gonzalo Castelló Violonchelo: Ivo Cortés Violines: Jerome Ireland y José Gregorio Lovera Contrabajo: Roberto Percusión y Palmas: Familia Amador Lugar: Baluarte de Pamplona Ciclo: Flamenco On Fire Fecha: 25 de agosto de 2017 Aforo: un tercio
Especial IV Festival Flamenco on Fire 2017 – Toda la información
Confesamos que llegamos a la presentación del ‘Parque de María de Luisa’ de Rafael Riqueni en el Festival Flamenco On Fire con la duda de que el público pamplonés pudiera recibir la obra como lo hicimos en el memorable concierto que ofreció el guitarrista en el Teatro Maestranza. No sólo porque aquello fuese el estreno y la esperada vuelta del artista a los grandes escenarios sino porque creíamos que para llorar este mundo sonoro de Riqueni habría que haber luchado algún domingo con las traicioneras palomas, empinarse a beber en la fuente de la niña, perderse en el Monte Gurugú o echarle de comer pan duro a unos hastiados patos.
Pero pasa que, aunque el fondo de la foto de nuestros recuerdos cambie, en Pamplona, en Sevilla, en Nueva York o en la Conchinchina los seres humanos comparten la incertidumbre, la ilusión, la indefensión, el desconsuelo, los sueños, el miedo, la alegría o la ingenuidad que nos marcan de por vida desde la infancia. Justo lo que Riqueni captura entre sus manos.
Por eso, pese a que tristemente fue el concierto con menos aforo de lo que llevamos de festival, según reconocían fuentes de la organización, desde el momento en que el tocaor apareció en escena los espectadores llenaron el Baluarte de improvisadas ovaciones hacia el maestro “que tiene las manos que son de plata”, como le gritó algún aficionado.
De algún modo, Riqueni consigue hacer hablar a la guitarra y contar desde sus seis cuerdas la vida. Lo hace además con absoluta honestidad, abriéndose en canal, reconociendo la propia fragilidad que procuramos esconder inútilmente tantas veces. Las miserias, las angustias y también la esperanza, enseñándonos a mirar la belleza que hay en lo que ya no vemos.
En este ambiente nos llevó de la mano por este pulmón verde de Sevilla, sosteniendo el tiempo entre sus manos y sacando de la caja de su sonanta campanas, palillos y sonoridades nuevas. Especialmente emotivas fueron las intensas bulerías que protagonizó junto al saxo del genial Gautama o las piezas que interpretó junto al cuarteto de cuerda, brillante durante toda la noche.
Tras el descanso, sus vivencias flamencas en forma de tangos, rondeñas, soleares, bulerías y unos preciosos fandangos de Huelva que dedicó al Niño Miguel. Y pensamos, qué pena, que quien no estuvo se lo perdiese. Porque con el maestro sentimos renacer. Porque su música acaricia, escuece, produce cardenales, besa y hace cosquillas. Porque nos remueve, nos conmueve y nos acerca versos. Porque Riqueni es una ausencia, la lágrima que asoma en Bécquer, que habla de orgullo, enjuga el llanto y está empapada de preguntas sin respuesta. Qué es poesía me preguntas; Poesía es Riqueni.
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