Silvia Cruz Lapeña
Fotos: David Mudarra
En «De bronce y oro» se pudo escuchar buen flamenco, pero los tres recitales de media hora no tuvieron hilo, ni motivo, ni una actuación coral que diera unidad al espectáculo.
“De bronce y oro” lo inició Antonio Reyes con el toque de Diego Amaya, los “Pregones de la uva” de Manolo Caracol y el público de su lado. Siguió por seguiriya y luego por soleá, con la que arrancó los vítores más cálidos de su actuación. Estuvo a gusto, cómodo y fue querido. Acabó por bulerías con el público ya entregado. El de Chiclana siguió en Madrid la línea que tan buenos réditos le está dando: una mezcla de ángel y eficiencia que lo está volviendo omnipresente en el panorama jondo.
“Tengo un hermano en la mina / que malherío cayó”. Así empezó Duquende, con el sombrero calado hasta las cejas, escondido y sombrío, y casi fue lo mejor de su repertorio. Hizo tangos y bulerías pero en ambas estuvo falto de brío. Cantó bien, hirió en algún momento, pero hasta el guitarrista, Paco Heredia, parecía tener miedo de lastimarlo. Dio la sensación de que a Duquende se le aplaude hoy más por lo que fue que por lo que es, aunque es cierto que hubo algún momento en el que pareció que iba ser el de otro tiempo.
Después salió Capullo de Jerez, con un alarido que fue grito de guerra, y casi puso al público a bailar desde el primer instante. Hizo bulerías por soleá, fandangos casi recitados, tangos, bulerías y su clásico final dedicado al Real Madrid, club de sus amores al que le cantó levantado y ejerciendo de lo que es: un showman. Capullo es un artista desacomplejado, sabe lo que quiere el público y se lo da sin vergüenza y sin excusas. Le acompañó Manuel Jero con la guitarra y estuvo a la altura, en sal y en guasa, del cantaor al que acompañaba.
La explicación del programa de mano sobre lo que iba a ser “De bronce y oro” era alambicada, pero la realidad es más fácil de explicar: tres cantaores que hicieron cada uno lo suyo durante media hora. No es que fuera poco pues hubo momentos de buen flamenco, pero quien ideó la propuesta debió plantearse más seriamente el lugar y el formato. La Sala Roja es un espacio para presentar un espectáculo y “De bronce y oro” no eran ni tres recitales (media hora sabe a poco) ni un show. Sólo con haber elegido otra sala, el paquete hubiera colado mejor. Eso o haberlo programado como tres conciertos independientes pues no hubo ni hilo, ni motivo, ni tampoco un momento en que los tres coincidieran para darle unidad al show.