Entrando en La Puebla de Cazalla, si tienes necesidad de
preguntar por el camino hasta La Fuenlonguilla, ese lugar
en las afueras del pueblo donde anualmente se celebra el festival
de cante de la localidad, no preguntes ni por La Fuenlonguilla,
ni por «el festival». En La Puebla todos lo llaman
«el jondo». Hasta el cartel de bienvenida a la entrada
del municipio dice «La Puebla de Cazalla Cante Jondo».
Entonces: «Oiga ¿me podría indicar el camino
hasta el jondo?» es la frase aceptable. En este pueblo
el flamenco se toma en serio.
Y hasta el jondo llegamos la noche del 13 de julio. Hay muchos
festivales de cante, pero pocos lugares más hermosos
y auténticos para la celebración de tal acto.
No es lo mismo un campo de fútbol (como el de Lebrija
donde se celebra La Caracolá), que una antigua finca
rústica en plena campiña andaluza. En el programa
de este año se citan las palabras del recientemente
fallecido Miguel Acal: «Nos parece increíble que
dos mil personas, más o menos, apretados en un recinto
pequeño, pero precioso, permanezcan en silencio sepulcral
escuchando cante. Y que ese silencio se rompa sólo
por los olés a compás.»
Seriedad y respeto, combinados con una organización
tan impecable que no sólo se empieza a la hora en punto,
sino que en el programa viene el orden de aparición
de los cantaores, y el tocaor correspondiente de cada uno.
Comparado con la anarquía de otros festivales, entre
retrasos y cambios de cartel de última hora, es casi
antiflamenco…pero se agradece. El venerable presentador
habitual, Agustín Gómez, como un maestro de
escuela benévolo, ofrece interesantes detalles biográficos
de cada artista, y cada año explica la importancia
del saber estar. Nada tiene que ver este evento flamenco con
la bulla de los festivales de otras décadas y de otros
pueblos.
Esta
trigesimocuarta edición empezó, como es habitual
en La Puebla, con un solo de guitarra, este año a cargo
de Enrique de Melchor. Tocó una bellísima rondeña
con ecos de cantes de trilla.
El primer cantaor del programa era el joven chiclanero Antonio
Reyes, y nos informa don Agustín que en el último
concurso de cante de Córdoba, ha sido ganador de dos
premios «que hacen temblar la coincidencia en un mismo
cantaor»: el de Antonio Mairena y el de Manolo Caracol.
El muchacho cantaba muy correctamente sin acercarse a la grandeza
que tales distinciones indicarían. Soleá bien
ligada (tan importante), y estilos bien contrastados (también
importante), siguiriyas (demostró conocimiento sin
arriesgarse), bulerías (sabrosas y auténticas)
y fandangos (con fuertes ecos caracoleros). Quizás
sea pronto para tachar a Antonio Reyes de 'ganaconcursos',
así que dicho y desdicho. Le tocaba Diego Amaya con
su habitual buen gusto.
Antonio Reyes
Diego Clavel con Antonio Carrion
Otro atractivo de este festival es que siempre se cuenta
con la participación de los maestros locales, Jose
Menese y Diego Clavel. Como es reflejado en su cante bien
cuidado y mimado, Clavel es un gran estudioso del flamenco
y se ofrece al público con la entrega más absoluta.
Pocos cantaores de su edad (56) siguen ampliando repertorio
y capacidad de manera tan constante. Antes de sentarse, Clavel
arrimó la silla al tocaor Antonio Carrión, se
quitó el reloj y cerró los ojos. Con la voz
en óptimas condiciones, y jugando sabiamente con los
contrastes, acariciaba unas cartageneras, antologiaba por
tientos, exploraba algunos estilos poco corrientes de soleá,
y se volcaba en unas siguiriyas terminando con su espectacular
versión de la siguiriya de Manuel Molina que ni el
mismísimo Torre supera, con el permiso de los lectores.
Un señor cantaor.
Y de repente una ola salada nos salpicaba en la persona de
la gaditana Mariana Cornejo, sobrina del Canalejas de Puerto
Real. Alegrías con un aire tan espeso a la tierra de
Pericón, Manolo Vargas y La Perla, que se podía
masticar. Tientos-tangos, fandangos y bulerías, éstas
con un delicioso surtido de cuplé clásico como
Ojos Verdes. Le tocó nuevamente Antonio Carrión
que a lo largo de la noche demostraba su considerable valía
una y otra vez.
Llega
el descanso…cañita, jamoncito y todos sentaditos
de nuevo a los quince minutos por reloj, porque así
lo ha mandado don Agustín que ya está anunciando
a José Manzano, y otra vez Carrión al toque.
Manzano, sin ser súperestrella, representa de manera
absolutamente digna, la época neoclásica del
cante. Con una voz redonda, mairenera y flamenca nos cantó
por soleá, taranto y fandangos.
Luego
don Agustín nos preparó para recibir al siguiente
cantaor recordándonos que hace años en el prestigioso
concurso de Córdoba, el jurado vio conveniente crear
un «Premio a la Creatividad» que fue concedido por
única vez a José Cortés 'Pansequito'.
Aquí ha sido mejor recibido que hace quince días
en Utrera, pero tampoco levantó pasiones exageradas
a pesar de la indudable calidad de su actuación. Será
que es mucho pedir que la gente aprecie esos tercios alargados
y perfectamente rematados, o que la 'creatividad' ha llegado
a cansar, cualquiera sabe… Sus alegrías características,
soleá, taranto y bulerías en las que ni una
primera cuerda rota pudo detener la airosa guitarra de Diego
Amaya.
Este año el apartado del baile fue cubierto por la
veterana Pepa Montes con el cuadro que incluye a su marido
Ricardo Miño de tocaor. La actuación fue prologada
como «baile antiguo y puro», y no fue mentira. Lástima
que esa antigüedad y pureza fueran acompañadas
de una estética caduca, y un baile académico
y poco inspirado. Luego en el final salió el palmero
Bobote con su pataíta, y con cuatro desplazamientos
de cadera y tres minúsculos movimientos de cabeza,
puso el público de pie a la vez que demostró
que el baile no ha de ser ni aburrido ni presumido, ni es
necesario que el espectador se esfuerce para que lo bueno
guste.
Pepa Montes
José Menese
La siguiente y última intervención de la noche
correspondió a José Menese que empezó
con un anuncio emotivo. Dijo el cantaor de La Puebla que acababa
de estar dos meses recluído para desintoxicarse del
alcohol y que esta noche cantaría otro Menese. Tras
un caluroso aplauso de apoyo, empezó con unas malagueñas
que remataba con rondeñas y fandangos de Lucena, quedándose
en la serranía para cantar unas livianas. Por bien
o por mal, Menese tiene por costumbre prestar sus dotes a
los cantes menos oídos. Luego por tientos, por soleá,
y por siguiriya donde más se evidencia su fuerte deuda
con Antonio Mairena. Menese no estaba en plena forma, pero
su cante era sincero y humilde, y el público le perdonaba
absolutamente todo.
La noche terminó con el fin de fiesta por bulerías
y la ronda de tonás, ambos obligatorios en La Puebla.
Cuando se fundió el micrófono justamente al
arrancar Menese con el último cante de tonás,
el público le jaleaba para que siguiera al natural.
Y así hizo, valientemente y sin miramientos, poniéndonos
el vello de punta a más de uno, dando un final dramático
a las 4.35 de la madrugada, y enviándonos bien despachaditos
a casa.
El guitarrista y compositor José Almarcha publica el álbum "Un nuevo paseo" tras lanzar los sencillos "Raíz y Paloma”, una Soleá a Manolo Sanlúcar, “Baladilla de ...
Letras. José Esteban Rodríguez CosanoCante. Juan SotoGuitarras. Antonio Carrión y Luis Calderíto.Edita: Antequera Record S .L Por Antonio Nieto del ...
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