Texto & fotos: Rufo
Rancapino Chico, cante; Paco León guitarra; Manuel Cantarote y José Rubichi palmeros
La Macanita, cante; Antonio Higuero guitarra
Chicharito & Macano, palmeros
Museo Lázaro Galdiano (Madrid) 24 junio 2016
Rajo y dulzura en el museo
Dice uno de mis refranes preferidos –más que un refrán, parece un corolario- que “el que mucho abarca, poco aprieta”. Esta frase me viene al pelo para analizar el día de ayer en la Suma Flamenca de Madrid. No se puede pretender llevar a cabo 5 recitales de cante en un mismo día y pisándose unos a otros. El motivo no es llenar o no llenar, porque algunos de ellos eran gratis, y esto siempre ayuda. Lo importante es saber dar el sitio que merecen algunas de las figuras que ayer pasaron por la capital, saber repartir en el tiempo estos recitales para que cada uno de ellos tuviera su día. Creo que nombres como Jesús Méndez, Pedro El Granaíno, Alonso Rancapino Chico y La Macanita son figuras reales del arte jondo como para programarlos el mismo día y solapándose.
Si esto me pareció extraño, más aun me lo pareció meter en un mismo espectáculo a Rancapino Chico y a Tomasa La Macanita. Los motivos se asemejan a lo anteriormente mencionado. Si al menos hubieran programado un espectáculo conjunto, innovador o distinto. Pero no fue así, fue un recital de uno y un recital de otro. No dejo de insistir que ambos tienen un peso bastante importante en el flamenco para haber gozado de un espacio y una fecha para cada uno.
Críticas a la organización al margen, el plano artístico fue excepcional. No dieron su mejor versión, pero cumplieron sobradamente. El siberiano público que llenó los jardines del Museo Lázaro Galdeano dejó patente que el silencio no es el mejor aliado para el cantaor y no ayudó a la motivación artística.
Alonso estuvo escoltado por la joven guitarra de Paco Leon y el compás de José Rubichi y Manuel Cantarote. Mientras que Tomasa contó con la guitarra de Antonio Higuero y el compás de Chicharito y el Macano. Dos cuadros que bien podrían llevar la firma del mismísimo Dalí. Compás exacto y acompañamiento de primera.
Aunque sus líneas estilísticas entroncan en algunos puntos, son claramente distintas. Mientras Alonso es la dulzura en el decir, La Macanita es visceralidad cantaora. La causa de ambas estéticas liga directamente con la geografía. Cádiz y Jerez. Dos formas de entender el flamenco. Alonso sabe ser salvaje y La Macana destapa el tarro de la miel cuando se le viene en gana, ahí es donde convergen sus formas de decir.
Destacó el chiclanero por soleá y por fandangos, cantes con los que consiguió arrebatarle unos grados a la fría estepa siberiana, caso parecido a La Macanita, que fue de menos a más, para colocar el mercurio por encima de 0 con sus bulerías a viva voz a pie de escenario. Antes había impartido magisterio por soleá (Juaniquí, Alcalá, Andonda, Frijones…). Pocos a día de hoy pueden toserle a Tomasa por ahí. Digna heredera de Fernanda. Hoy por hoy es una de las figuras máximas que tiene el flamenco y que debemos cuidar como patrimonio. Quizás ayer no tuvo su día, pero dos detalles de la jerezana son la recompensa que todo buen aficionao a lo jondo necesita. Y así salimos, con el alma reconfortada por mor del cante exquisito de un chiclanero y una jerezana.