Mariasabel Lucas
Con la ola de calor encima, Málaga se puso ayer el traje de anfitriona para acoger, en el auditorio del Museo Picasso, la IV edición de Flamenco Eñe organizada por la Fundación SGAE. Tres días de actuaciones en una ciudad donde se hace necesario que el flamenco pise por tanto y tantos malagueños, como Juan Breva, La Repompa o El Chino, han dejado huella. Pronto y puntuales llegarían los asistentes agitando el aire con sus abanicos para contrarrestar el calor sofocante.
Antes de comenzar, Juan Carmona “El Camborio” presentó el ciclo destacando la importancia que tenía para él, ya que después de cuatro años dejaba de ser director institucional de Música de la Fundación SGAE. Fue breve en su discurso puesto que como él mismo reconoció: “Me ha costado mucha fatiga hablar, ya saben ustedes que me siento más cómodo con una guitarra”. Tras ello, dio paso al concierto. El primero de la tarde y de la edición en actuar iba a ser Alonso Núñez, “Rancanpino Chico”, presentando su último disco “Por amor al arte”. La sala estaba exenta de sillas vacías. Unos señores del público comentaban entre ellos su deseo por ver cantar al gaditano, pues habían escuchado que se trataba de “uno de los sucesores de Camarón”. Sin duda, el nombre de Camarón se impone allá donde el flamenco llega. Junto con Alonso, su guitarrista Antonio Higuero, al que definió como inseparable, y a las palmas José Rubichi y Manuel Cantarote.
Las soleas serían las primeras en ser tocadas y cantadas, con un público enmudecido ante el ambiente tan íntimo que allí se respiraba. Ni el sonido de la llamada de un móvil ajeno pudo silenciar la voz del gaditano. Con la aparición de los palmeros, llegaron las Alegrías de Cádiz cuya letra es un vivo retrato de su familia, comenzando por su padre: “De los mimbres de mi padre ha nacío’ el cante mío”; su madre Juana y su abuela Rafaela. Pocas personas eran las que grababan el momento hasta que llegaron los tangos y con ellos un Alonso que se levantó de su silla, apartó el micro y le cantó al público sin nada más que su voz. Los olés se iban sucediendo sin medida porque había emoción y el cantaor la transmitía. Entretanto, y como es costumbre, las bulerías quedaron para el final, dedicadas a Juan Carmona y a su señora.
Con las bulerías muy celebradas, se despidió Alonso Núñez, ante un público en pie. Los señores que fueron con intención de escuchar a uno de los sucesores de Camarón, probablemente se fueron sin saber si lo será pero con la certeza de que escucharon a un artista que hizo que se emocionaran con su incomparable personalidad. En la puerta de salida, una mujer de la organización lo tuvo claro: “Este arranque no lo hemos tenido nunca en estos cuatro años”.
Fotos: Jesús Domínguez
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