Raimundo Amador, el fogonazo de la Kaita y otros dilemas

Mucho donde elegir en el Flamenco On Fire y todo rotundo y contundente

Hay muchas maneras de ser flamenco, en Pamplona comienza a las doce en la plaza de ayuntamiento y ahí aparece Israel Fernández, la gran figura de este momento, que ofrece unas pinceladas de su arte y luego confiesa ante la multitud que hay que reservarse para la noche.

Un rato más tarde Mara Rey sale al balcón del Hotel la Perla con la misma apasionada entrega de cada noche. Todas únicas, todas pegadas a la memoria. Una vez su cante me provocó un mar de lágrimas quizás porque estábamos en Nueva York muy cerca del centro del universo. Poco antes de comer Carlos Martín Ballester ofrecía una conferencia sobre Antonia Mercé La Argentina.

A la hora de la siesta la guitarra de José Fermín Fernández ofrecía delicadas melodías en el Civivox que poco más tarde acogería a la cantaora Remedios Reyes, ya que las actuaciones previstas en el Palacio de Ezpeleta se han trasladado por la amenaza de lluvia.

Raimundo Amador comenzó su concierto en la sala Zentral con la parte más amable de su repertorio ante un público con edad de haber asistido a los grandes momentos de Pata Negra, una banda que ofreció una perspectiva flamenca a los hijos del rock and roll. La guitarra de Raimundo sigue emparentada con la de BB King, preñada en el blues con sabor flamenco que ahora nos parece tan natural como el reggae y cuando parecía que la sesión discurría por cauces discretos se hizo realidad lo que se había titulado como “Al encuentro de lo salvaje” con los invitados de la noche: La Kaita y Caracafé. En ambos casos compañeros de viaje de Pata Negra, ahí fue donde la cantaora de Badajoz sacó de las entrañas ese grito suyo que nadie más posee y que durante años sólo ha aparecido en las películas de Tony Gatlif como “Latcho drom”.

El fogonazo resultante dejó el concierto a la deriva con una interesante versión en inglés  del “Back to black” de Amy Winehouse encadenada a clásícos como “Bolleré”, “Camarón” o “que gustito pa mis orejas”. A esas alturas Israel Fernández estaba encandilando a un público más joven entregado a la causa flamenca desde el primer cante según me contaron más tarde. El dilema del cronista era atravesar Pamplona para comprobar una vez más las excelencias de Israel Fernández o quedarse con Raimundo para comprobar si se repetía el fogonazo de lo salvaje. Y volvieron La Kaita y Caracafé y volvió a ocurrir. No acabó ahí la cosa porque apareció el productor Fernando Vacas para poner en escena una sesión dj con invitados como el propio Raimundo que tuvo tiempo para acordarse de Jimi Hendrix.  Con poco tiempo para repostar y con una tormenta encima el remate lo puso la cantaora Aurora Vargas que nos cantó la última a pelo y sin micrófono con el corazón en un puño. Ahí es donde el cronista tiene que asumir que cualquiera de las combinaciones hubiera sido razonable: hay tantas maneras de entender el flamenco como flamencos. La dicha es poder elegir.

Vídeos de la jornada

 
   
   
   
   
 

Fotografías por Susana Girón de FoF

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