Rafael Ramírez, en busca de Gades (¿y de sí?)

Rafael Ramírez - Entorno - Festival de Jerez

Rafael Ramírez - Entorno - Festival de Jerez

Crónica de un sucesoCentro Social Blas Infante – 4 de marzo 2025 – Festival de Jerez
Fotografías Ana Palma – Galería completa & vídeoEnglish version

Con minutos de retraso por la lluvia necesaria y desafiante (y porque una hora y media antes, el recital de cante de Mateo Soleá tenía lugar en la sala más lejana de todas las sedes del Festival de Jerez) y un Centro Social Blas Infante a media asta, asistíamos al estreno en España de Crónica de un suceso, que no sería la única puesta en escena del día de ayer en homenaje al creador Antonio Esteve Ródenas, conocido como Antonio Gades.

Quedó un sabor agridulce porque en Crónica de un suceso pasa que, al contrario de lo que promete la sinopsis, Ramírez busca la huella del de Elda más que ésta se encontrase “presente constantemente en el trasfondo del espectáculo”. Aunque no se trataba, algo que también reconoce ese texto previo, de un montaje biográfico ni tampoco que pretendiese imitar los hitos del protagonista -algo que sería pretencioso y, sobre todo, inasumible para una sola persona y un mismo espectáculo-, el hecho de que el foco de la pieza estuviera sobre los hombros de uno de los mayores mitos de la danza española deposita unas expectativas difusas y difíciles de cumplir. Y, además, resta vigor a las propuestas propias de un bailaor contundente, con el trabajo que cuesta ponerlas en pie.

Por eso, salvo ciertas estampas que, gracias a las luces de Antonio Valiente y al estilismo y vestuario acertadísimo a cargo de Chio Lagana, Elvira Muha y Carmelilla SL, Emma Prieto y Jorge de Álvarez, convencían para intuir aires del Don Juan más mítico, asistimos a una sucesión de números en los que el esteponero insiste (a veces hasta la terquedad) en su búsqueda del otro. Y la pregunta es ¿y por qué no de sí?

Uno de los aciertos de Ramírez, además del diseño de iluminación sorprendente e inmersivo (gracias Antonio Valiente por hacerlo siempre con corazón) que nos hizo olvidar la lluvia, el retraso y un escenario por debajo del nivel del mar que ya pesa, fue la elección al cante de María Mezcle. Ojo con esta sanluqueña afincada en Madrid que, aunque se prodigue poco por su provincia natal -al menos en términos profesionales-, las ocasiones en que hemos podido disfrutarla en este certamen merecerían más atención: por la elección de los cantes (vamos, que chanela), por su sabiduría escénica, porque no sólo canta, sino que, dado su amor por el baile, su presencia apoya, contribuye y redondea el número que toque. Y no puedo olvidarla, especialmente, por su afinación. En este caso en una soberbia primera parte en la que, a capella, engarza ayeos libres, cuerpos de palos por derecho con tercios del Amor Brujo, por ejemplo, sin acompañamiento instrumental. Será este inicio, de estimulante belleza visual y sonora con Mezcle y Ramírez que emerge desde un rectángulo luminoso, la percusión de Javier Rabadán que crea un espacio sonoro afín para la evocación y la guitarra de Isaac Muñoz que se incorpora al rato, de lo mejor de esta Crónica.

Quizá sea esta pieza un paso inevitable del de Estepona, pero voy a pedir de todos modos más oportunidades de ver su vigor físico y creador de bailarín-bailaor sin la referencia clara (porque la menos evidente sale sola) de nadie más que de sí. Sabiendo que, a fin de cuentas, no hay nada propio, pues ya somos mestizaje. Eso deseo contemplar, en ese juego de ecos y reflejos, de esa fusión inevitable, la estampa sola de Rafael reconociéndose en su propia mezcla.

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