Resumen: Rafael Estévez & Fuensanta la Moneta; Andrés Peña&Pilar Ogalla; Rosario Toledo; Olga Pericet
VERANOS DEL CORRAL
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Texto: Antonio Conde Parece mentira que ya hayan pasado diez años desde que comenzara el ciclo flamenco de Los veranos del corral. Un ciclo que no sólo se ha consolidado como la referencia del flamenco estival en la capital granadina, sino que con el peso de los años ha pasado a categorizarse como uno de los referentes del panorama flamenco nacional. Si en sus comienzos la idea era la de dar cabida a jovenes valores, la experiencia ha dejado paso a algunos de aquellos que pasaron por su escenario y ahora vuelven con más años de sabiduría flamenca y con más ganas. Este, por ejemplo, es el caso de Andrés Peña que ha vuelto al corral después de muchos años. La consolidación de los veranos se manifiesta en el elenco artístico que para este año nos visita. Un cuidada selección para amenizar las más que calurosas noches granadinas. La inauguración del primer día dejó el listón en un punto harto difícil. Dos estilos, dos maneras de entender e interpretar el arte, dos extremos que a lo largo de la velada se entrelazan, se mezclan, y se separan sin que nos demos cuenta. Por un lado la vanguardia hecha baile, por otro la fuerza, el imperialismo flamenco. Rafael Estévez y La Moneta. Casi inseparables, pasos a dos continuos. Una pincelada por alegrías el uno frente al otro, sentados observándose y bailándose. Un martinete que deja luz a la seguiriya, cargada de dramatismo y con La Moneta queriendo romper el escenario. Imprime mucha fuerza a sus pies. El baile de Estévez es diferente, tiene dos aspas como brazos que domina a la perfección. Quizás abusó de ellos, con ligeros detalles galvánicos, pero aún así, sus coreografías embelesaron. La Moneta de nuevo hizo un amago de destapar el tarro de las esencias en las granaínas y en los tangos que encaró con Estévez. Y el momento del destape vino con la soleá. La vimos hace poco en el Festival de Jerez, y ahora meses más tarde, asombra. Bailó con los ojos. Visceral hasta el tuétano, en pocos minutos el público se rindió. Y no fue para menos. El romance como colofón de esa noche los llevó de nuevo a sus asientos, hasta la próxima vez, que tengan que levantarse.
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Con el arranque tan espectacular del primer día, y lleno hasta la bandera, de tierras gaditanas nos visitaron la siguiente noche Andrés Peña y Pilar Ogalla. Una pareja artística que sube peldaños, a fuerza de trabajo y disciplina. Y eso es algo que a los dos se les nota. Con un acompañamiento de lujo en el cante, con David palomar y Luis Moneo y las guitarras de Javier Patino y Keko Baldomero el menú estaba servido. Palomar nos tiene acostumbrados a escucharle el pregón de los caramelos de Macandé, que lo borda, y Moneo hace lo mismo con un martinete de color de hierro fundido. El baile de Andrés es fuerza y energía sin cesar, por contra la sensualidad, la musicalidad hecha figura es la parte que le corresponde a Ogalla. Un tándem en el que se compenetraron en la seguiriya, con un paso a dos donde el efectismo piecístico fue la nota predominante. La sorpresa la dio el cante de Inma Rivero por bulerías en las que se bailó y se jaleó. Se encontraba a gustito. La soleá de Andrés volvió a dejar constancia de su personalidad. Mucha fuerza en la ejecución, que cada dia cuida más, aunque abusó de los pies. Pilar con sus continuos vaivenes de cintura, cadenciando cada parte de las alegrias y rematando con gusto en un final algo lineal pero de regusto. Un fin de fiesta por tangos cerró por esa noche las puertas del corral.
Ver galeria de fotos completa + video de Andrés Peña & Pilar Ogalla Tercera velada para Rosario Toledo que autobiografío su vida a través del baile. Ya conocíamos este espectáculo, que presentó en la calle en el festival de Mont de Marsan, y mas tarde en el Festival de Jerez. Lo simple de su idea resultó convincente. Demostró que con grandes ideas no se necesita escenografiar y llenar el escenario de objetos baúl para llenarlo. Y la idea era simple: su vida. Sus comienzos en la danza clásica, para dejarse llevar, de a poco, en el flamenco. La danzarina se adentró en el clásico español, ¿se acuerdan de las bailarinas de las cajas de música? Pues algo así nos regaló; con el Vito, el tirorarán, reminiscencias flamencas de trillas y temporeras a compás, fandangos de Huelva a la luz del candil, castañuelas y sobre todo escuela bolera. El marco flamenco se fabricó en madera de granaína en la voz de Palomar, para, con la seguiriya pintar el cuadro. De pantalón de luto, que recordaba a Carmen Amaya, fabricó una escena oscura, telúrica; su cara lo dijo todo. Pero la personalidad brotó en la soleá; aqui si fue Rosario: la Rosario que todos conocemos. Un interludio de cante del gaditano con malagueñas de Fosforito el viejo, hizo volver a la bailaora enfundada en bata de cola blanca, con tantos volantes que aquello parecía la bahía de Cádiz con levante. Vuelta a la escuela sevillana, muy presente en su baile, en sus maneras, ciertas poses que recuerdan a la Matilde Coral de antaño, y ligeras figuras analógicas al baile de Merche Esmeralda.
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Si la primera semana del ciclo de los veranos del corral comenzó con solera, el cierre en la noche calurosa del jueves fue para Olga Pericet. Una semana repleta de baile. A Olga estamos acostumbrados a verla en compañía; con Marco Flores, Manolo Liñán… pero Olga sola es otra cosa. Deja de lado ese baile vanguardista para esgrimir su escueta figura como mandan los cánones. En su retaguardia, el cante de Mercedes Cortés y José Anillo y las sonantas de Arcadio Marín y Antonia Jimenez, con Ana Romero al compás. Me repito en mis palabras; nada de montajes millonarios lorquianos. Una figura que llena un escenario y punto. ¿Para qué más? Pericet se embarca en una farruca, estilizada ella, más grande que su figura, cuidando las líneas corporales la máximo. Mismo argumento para la seguiriya aunque le faltó transmisión. El cante por tangos dejó tiempo para que la cordobesa se embutiera en la bata de cola con la que fantaseó sin parar. Y el público se manifestó. De pie aplaudiendo largo rato. Y éste es el que manda. Por eso le dío la razón a Olga. Y yo se la tengo que dar.
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