Espectáculo: Sin renuncia. Baile: Rafael Campallo. Cante: Miguel Soto ‘El Londro’, Jesús Corbacho. Guitarra: David Vargas, Juan Campallo. Percusión: José Carrasco. Fecha: Miércoles 13 de marzo. Ciclo: Jueves Flamencos de Cajasol Lugar: Sala Chicarreros, Sevilla. Aforo: Lleno.
Sara Arguijo
En la denominación de la propuesta que estrenó este miércoles en Cajasol, Rafael Campallo, adelantaba ya su intención de no querer abandonar ni de lejos su modo clásico de entender el baile. A pesar de que la decisión de seguir fiel a la escuela de su ciudad y su casa lo aleje de determinados circuitos en los que podría estar por su calidad artística pero donde estos espectáculos (de estética absolutamente tradicional) ya no tienen cabida.
En este sentido, Sin renuncia no puede competir ni en lo conceptual ni en lo escénico con las exquisitas y elaboradas obras que ejecutan hoy día sus coetáneos. Más que nada porque lo más interesante de ir a ver a Rafael Campallo es poder ponerse frente a él y detenerse en la riqueza de sus detalles y de sus gestos.
Es decir, aun poniendo en práctica las enseñanzas de un tipo concreto de baile que de forma natural lleva pegado a las pestañas, el sevillano se nos desvela por momentos como un artista único capaz de marcar la diferencia con un ladeo de su cuerpo, un movimiento de hombro, una parada a compás o un zapateado preciso y sin estridencias.
Pero, sobre todo, y como volvió a quedar patente esta noche, Campallo es el rey de la fiesta. Un conquistador nato que desde la sonrisa, el desparpajo y la picardía, encandila al público retándolo con un golpe de cadera.
Así, disfrutamos de su farruca serena, del taranto en el que hizo alarde de sus giros y del frenesí en sus tacones, y de la soleá que sostuvo con increíble aplomo, pero donde resultó verdaderamente inspirador fue en los breves tangos que dibujó y con los que levantó el furor en el patio de butacas y en el remate por bulerías.
Porque es ahí, en su cuerpo relajado y en la soltura que demuestra en estos palos, donde encontramos el Campallo más personal, auténtico e inspirador. En esos guiños, en ese contoneo, en esa sensualidad y en ese baile sencillo –y tan tremendamente difícil- donde nos quedaríamos eternamente.
Fotografías: Remedios Málvarez