Título: Desde mi corazón. Cante: Aurora Vargas. Guitarra: Miguel Salado. Palmas y compás: Manuel Valencia, Manuel Salado y Diego Montoya. Lugar: Teatro Cajasol. Ciclo: Los Jueves Flamencos. Fecha: Jueves 7 de diciembre. Aforo: Lleno.
Alegrías, soleares, tientos-tangos, su habitual despliegue de más de media hora por bulerías y unos villancicos flamencos de cierre le sirvieron a Aurora Vargas para enganchar a un público que la recibió ya con una sentida ovación en cuanto salió al escenario.
Aquí lo de menos son los palos, los estilos, las letras o las facultades vocales que, por cierto, mantiene intactas. Aurora es en sí misma un espectáculo. Un portento de mujer que atrapa por su belleza, su poderío, su gitanería, su forma de manejar la escena, sus arrestos… Por ese magnetismo que traspasa y que obliga a mirarla y disfrutarla.
El suyo es un arte generoso, desprendido, orgánico, que mira hacia fuera. Por eso, cuando habla de las penas y a las fatigas no se recrea en el dolor, sino que busca enseguida el alivio, resolviendo el conflicto con una pataíta que nos recuerda que siempre gana la vida.
El cante le sale a borbotones, de vivencias propias y del recuerdo de los suyos. Ahí se agarra y se rebusca hasta destriparse, entregando un arte carnal e impulsivo que sentimos que no se agota nunca.
Aurora Vargas, curtida en tantas fiestas como batallas, como tantas flamencas de su generación, aparece arrebatadora porque sabe que puede con todo. «Gitana, pero tonta no», bromeó cuando alguien aplaudió el toque colorista de un entregado Miguel Salado con el que compartió complicidades toda la noche. Jaleándolo ella también como hizo con los palmeros a los que les pedía más y más cada rato. Salvaje, disparatada, a ratos.
De algún modo, Aurora atesora en su voz el contraste de quien demuestra o reclama el afecto con gestos cortos y secos, quizás por no haberse podido permitir sucumbir del todo ni mostrarse vulnerable. Cuando se templa sentimos que acuchilla (qué delicia de tonos bajos!) y cuando eleva el cante (¡qué afinación!-) su quejío nos dispara. Quedamos exhaustos. Aurora siempre gana.
Fotografías: Remedios Malvarez