texto: Kate Edbrooke
Baile: Centro Andaluz de Danza. Dirección y coreografía: Blanca Li. Música original: Tao Gutiérrez. Artistas invitados: Andrés Marín, Carmen Linares, Encarnita Anillo.
Rafael Águila: Saxo y flauta. Pablo Báez: Bajo. Gerardo Catanzaro: Teclado. Salvador Gutiérrez: Guitarra. Tao Gutiérrez: Percusión. Nicasio Moreno: Chelo. David Tabares: Guitarra. Javier Viana: Percusión
Cada año se produce una obra encargada para la Alhambra bajo el lema: “Lorca y Granada en los Jardines del Generalife”. El tema es Lorca y el enfoque es flamenco. En “Poeta en Nueva York”, el espectáculo de este año, vemos al mismo Federico como espectador, vagabundeando por Nueva York, desde Wall Street, al Bowery de noche y los garitos de los negros, todo amenizado con baile: jazz, charleston, hip-hop y cubano, y todo con un toque flamenco. Es una obra ambiciosa que a ratos tiene todos los ingredientes de una mega producción de Broadway, coristas en fila incluidas, pero con efectos surrealistas que dejan al público boquiabierto.
A ratos la música parecía tapar la voz en off haciendo que fuera difícil escuchar la poesía en este hermoso marco al aire libre, y por desgracia, el programa no nombraba los poemas que fueron la inspiración de esta producción, aunque la voz de Carmen Linares se escuchó perfectamente cuando abrió el programa con una versión flamenca de “Vuelta de paseo”, con esa estrofa llena de misterio y embrujo: “asesinado por el cielo”.
La siguiente parada fue Grand Central Station, y Lorca llega con su maleta para encontrarse con la abigarrada muchedumbre con maletas en lugar de cabezas, una imagen inspirada sin duda en Magritte y sus hombres de negocios con bombín.
Una mezcla de baile cubano con el clásico teatro Noh japonés, y Lorca el eterno voyeur
A continuación, la ciudad de noche, y el cantante Rob Li crea una nana surrealista a partir de “Ciudad de sueño” de Lorca, rodeado de chulos, prostitutas y reyertas callejeras que terminan en un baño de sangre, en el sentido literal, cuando los bailarines “heridos” se lanzan al telón de fondo blanco, manchándolo de rojo.Y luego, la lluvia en lo que es, sin lugar a dudas, el momento más espectacular de la obra. Imaginaros si podéis, una mezcla de baile cubano con el clásico teatro Noh japonés, y Lorca el eterno voyeur. (Es posible que el erotismo homosexual implícito fue bochornoso para muchos – se empezaba a notar nerviosismo y susurros en el patio).
La Bolsa de Nueva York es el ambiente perfecto para “Paisaje de la multitud de orina”, y el crac de Wall Street es representado por bailarines que suben escaleras y se caen, con el poema “Oda a Walt Whitman” de trasfondo.
“Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa”
Todavía manteniendo la puesta en escena de “la ciudad que no duerme”, una cacofonía de sonidos industriales, baile hip-hop alternando con el charleston y jazz para ambientar el poema “Vuelta a la ciudad”.
“Esto no es el infierno, es la calle”
Luego viajamos a la intimidad del poema “Nocturno de hueco”, cantado por Carmen Linares mientras que Blanca Li, vestida acertadamente de blanco, baila en solitario para unirse a un grupo de bailaores para “Vala en las ramas”.
El gran final es el vibrante “Iré a Santiago” con los bailaores a un lado del escenario, y los cubanos al otro, un guiño a las dos pandillas de West Side Story, y nuevamente la lluvia cuyo ruido llena la cuesta de la Alhambra con el sonido, más que apropiado, del agua cayéndose.
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