Texto: Sara Arguijo
Fotos: Adam Newby
La cantaora hizo alarde de voz y de versatilidad en el último recital de la gira que ha llevado a cabo para la grabación en directo de su álbum «De lo jondo y verdadero»
Título: De lo jondo y verdadero Canta: Esperanza Fernández Guitarra: Miguel Ángel Cortés Percusión, palmas y coros: Jorge Pérez ‘El Cubano’, Dani Bonilla y Miguel Junior Artistas invitados: José Valencia (cante) y Ana Morales (baile) Lugar: Fundación Cristina Heeren Fecha: 31 de enero de 2018 Aforo: Lleno
Estaba en su barrio, “muy cerquita de la iglesia donde me bauticé”, confesó, y junto a los suyos (su familia, sus amigos, sus compañeros y sus seguidores). En un lugar, la Fundación Cristina Heeren, que es casa de quienes aman el flamenco y quieren aprender de él. En el último de los recitales de una intensa gira de un mes en la que ha recorrido toda Andalucía. Con el objetivo de grabar en directo el que será su próximo álbum de cuyo título –‘De lo jondo y verdadero’– se desprenden las intenciones. Y además, más segura y expansiva que nunca.
Por eso, Esperanza Fernández ofreció este miércoles un concierto único por lo vibrante, lo emotivo y lo impecable. Tanto que al terminar, el público resoplaba exhausto, como si también ellos hubiesen desgastado una parte de la voz, el corazón y el talento que derrochó la artista en las casi dos horas de espectáculo.
Porque esta vez, la cantaora no sólo presumió de sus increíbles cualidades vocales con agudos imposibles y de su impresionante técnica, sino que defendió su jondura y su pureza mostrándose poderosa y valiente, sabiéndose poseedora de la verdad del cante que ha madurado a su tiempo. Así, desde que se plantó en el escenario junto a Ana Morales rememorando ambas aquella petenera con la que ya impresionaron en la Bienal donde se gestó este proyecto, Fernández fue derramando emociones por todos los palos, desde la seguiriya a las alegrías, de la soleá a la milonga, de la mariana a las bulerías… Recordando estilos y voces de los que para ella fueron maestros y maestras y dejando de paso su propio magisterio, porque como afirmaba la cantaora María Terremoto entre los aplausos, “ella es la maestra de nuestra generación”.
Y así, generosa, visceral, imponente y impetuosa fue dando lecciones de profesionalidad y arte a partes iguales, junto a las manos cómplices de un Miguel Ángel Cortés pletórico que dio luz con sus acordes, el arropo cálido de los palmeros y el baile profundo y terrenal de una Ana Morales que parece mover brazos y pies desde el estómago. Y también con la compañía de otra de las grandes voces del flamenco, la de un José Valencia que lo dio todo por tonás.
Perdimos la cuenta de las veces que a Esperanza se le cayó la peina del pelo. Total, por alguna parte tenía que saltar la chispa con tanta energía.