Texto: Rubén Gutiérrez
Fotos: Pilar Hurtado/Marta Marco
Resumen: PIRINEOS SUR XIX FESTIVAL INTERNACIONAL DE LAS CULTURAS. Raimundo Amador / Alejandro Montserrat
PIRINEOS SUR
De sobra es conocido por todos la riqueza de la temática de la letra flamencas, pero muchas veces me he preguntado cómo influyen las mismas a la hora de componer los diferentes estilos flamencos, o mejor dicho, donde encuentran los artistas de lo jondo las musas que los inspiran. Una respuesta la he tenido estos días al asistir a la decimonovena edición del Festival Pirineos Sur. Aunque el mismo está dedicado a las músicas de los países hispanoamericanos, por mor del bicentenario de la independencia de la orbe español, el arte flamenco siempre tiene su hueco en el majestuoso escenario flotante del auditorio natural del lago Lanuza. Con los Pirineos de telón de fondo, muchos nombres consagrados de esta expresión musical, que va camino de ser declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco, han tenido la oportunidad de acercar a la comunidad de las músicas del mundo las particularidades de la música flamenca. No obstante, la ortodoxia de otros años, se ha visto sustituida por sendos proyectos que amalgaman el flamenco con otras músicas del mundo.
En este sentido, la noche del 15 de julio pudimos deleitarnos con la quejumbrosa voz y la sutileza del toque de guitarra de Howe Gelb, unos de los músicos norteamericanos más laureados en los últimos tiempos que aúnan la raíces bluseras del rock con los sonidos provenientes del otro lado del desierto de Arizona. Y fue precisamente en ese espacio, donde nuestro protagonista entró en contacto directo con la música flamenca, gracias a una casette de Tomatito que le acompañó durante muchas noches por esos lares. Cuando recaló por España, rápidamente se sintió atraído por el embrujo de la ciudad de los Califas, y pronto le propusieron combinar su manera de entender la música con los ritmos y armonías jondas. Como compañero de este peculiar viaje ha tenido a Raimundo Amador, otro enamorado del blues, que en ningún momento ha perdido sus raíces, pues de su guitarra salen indistintamente los acordes de los doces compases de la música de raíza afroamericana, como los doce tiempos de una falseta bulera con aires de Morón. Secundados por The Band of Gypsies, que la forman Fernando Vacas al contrabajo, Lin Cortés y Juan Panki a la guitarra, y Añil Fernández al cajón, este duelo de guitarras al más puro estilo del lejano oeste, ofrecieron el resultado de este trabajo discográfico que lleva por títulos “Alegrías”. Esta experiencia musical con origen en un desierto, no se queda en nada baldío, todo lo contario, sino que está llena de matices melódicos que nos evocan tanto a una noche blanca cordobesa, como a reunión de cabales forajidos en busca de un botín musical al otro lado de El Paso. Todo ello enriquecido con la rítmica flamenca, pero donde verdaderamente se encuentra el éxtasis musical, cual peyote en forma de acorde, es en el hermanamiento de las ruedas armónicas bluseras y flamencas. La noche siguiente, la del 16 de julio, nos traía otro concepto, pero también surgido de la dorada arena. En este caso de la que llena un desierto que se extiende a los pies de Marrakech. Quienes hayan tenido la oportunidad de visitar esos pagos, más concretamente la ciudad de Essaouira, habrán comprobado la riqueza de la música Gnawa, con grandes paralelismos con el concepto del arte jondo. En concreto la insistente percusión de las chakaras, esos crótalos metálicos, junto con el evolvente guembri, un rudimentario laud bereber que hace las veces de bajo y del cual brotan envolventes cadencias armónicas que nos llevan al trance dando lugar a una explosión de bailes frenéticos. Bajo el nombre de “Miradas cruzadas” los responsables del festival Pirineos Sur, y el festival Boulevard de Casablanca, han coproducido este proyecto liderado por el guitarrista Alejandro Monserrat y el grupo Al Baida. El tocaor zaragozano, con amplio bagaje discográfico, el cual reconocemos que descocíamos, lleva el peso del espectáculo junto a Mohamed Barry, todo un pulmón sobre el escenario que igual cantaba, bailaba, como teñía el guembri o golpeaba las chakaras. La producción no se basa en una mera interpretación de temas flamencos con instrumentos marroquíes, como estamos acostumbrados a ver, si no que ambos conceptos musicales se van superponiendo acomplándose todos los músicos a los distintos motivos rítmicos, alternando el cante flamenco con las canciones y recitados gnawas, bereberes en incluso raperos. Aunque la base la forman las bulerías, la rumba y el tango, también tiene hueco la queja de la seguiriya, y un guiño hacia el blues y el reggae. Aunque debemos decir que nos quedamos con ganas de ver cantar un tema completo a Israel Dual, pues este gitano aragonés solamente ponía su afillada voz en diversos estribillos, así como alternando a modo de pregunta y respuesta, la voz de Mohamed Barry.
La formación, compuesta por partes iguales por músicos marroquíes como aragoneses, la completaban Nacho Estévez (guitarra, oud, dobro), Noelia Gracia (violín), Josué Barrés (percusión), Mohamed Yassine (ney oriental), Ali Aït (bajo eléctrico) y Ibrahim Terkemani (batería y percusión). También el baile tuvo su hueco con Carlota Benedí, la cual aunaba tanto pasos y mudanzas jondas con coreografías más contemporáneas. Sin duda fue una buena manera de entrar en calor en la fría noche pirenaica, pues la calidez de un desierto nos ha demostrado que se puede convertir en un oasis donde emanan grandes proyectos flamencos. |