Espectáculo: Tres Golpes. Cante: Tomás de Perrate. Guitarra: Alfredo Lagos. Teclados: Alejandro Rojas-Marcos. Bajo y contrabajo: Marco Serrato. Percusiones: Antonio Moreno. Dirección artística: Pedro G. Romero. Lugar: Teatro Lope de Vega. Ciclo: XXI Bienal de Flamenco de Sevilla. Fecha: Sábado, 19 de septiembre. Aforo: Casi lleno.
La voz de Tomás de Perrate nace en las galerías de lo jondo. En esos espacios oscuros, reservados y laberínticos donde se liberan los miedos y se confiesan los secretos. Por eso, de manera natural, su garganta ofrece la profundidad de lo impenetrable. La fascinación de lo inaccesible.
Adentrarse en su mundo es sentir la misma inquietud y excitación que cuando después de Tres golpes alguien te abre la puerta del after ofreciéndote una noche más larga en la que abandonarte. Haciéndote pensar que aún no está todo perdido, o que quizás ya nada es tan importante.
En este sentido, su propuesta es ecléctica y huele a tabaco y a madrugada. De ahí que imagináramos que el cantaor nos invitaba con su cante a chupitos de güisqui solo en un antro de Berlín. Porque hasta allí, hasta los bajos fondos, nos trasladamos con su música cavernícola, indie y sórdida.
Él explicó que la idea partía de una fantasía en torno a un gitano del siglo XVI, estibador del Puerto de Sevilla, que convivió con sus propias tradiciones y con aquellas composiciones que formaban parte ya del folclore popular. Pero lo cierto es que, cientos de años después, ese gitano es también él mismo porque lo que plantea es un viaje abierto y experimental desde los romances, jácaras y chaconas que formaron parte de ese pre flamenco, a la esencia misma de su casa -en la soleá, las bulerías o la seguiriya- y hacia esos sonidos expandidos (que aquí fueron tangos o rock psicodélico) donde el cantaor encuentra un brote común.
Es verdad que costó introducirse en la atmósfera y que el recital empezó con cierta frialdad, pero cuando el artista empezó a sentirse cómodo con la siempre atenta, inteligente y enriquecedora guitarra de Alfredo Lagos -mitad imprescindible en la obra- y con la sugerente, eléctrica y exquisita ambientación musical de Alejandro Rojas Marcos, Marco Serrato y Antonio Moreno la idea fue tomando forma y nos dejó interesantísimos momentos.
En lo creativo y en lo musical nos gustaron más algunas de las ideas planteadas en la pasada Bienal con su Soleá Sola. Entre otras cosas porque esto no deja de ser una continuidad de aquello y de lo que Tomás de Perrate lleva ofreciendo en sus últimos conciertos. Y también porque, a ratos, resultó monótono y hubo problemas de vocalización en muchas de las letras.
De todo, nos quedamos las riquísimas siguidillas del Alosno, “precursoras de las sevillanas”, y su alegato a la locura. Con ese homenaje a “Bambino in my heart” que se tradujo en un tango argentino que Perrate siente tan bien. Con esas soleares austeras y sobrias que resultan estremecedoras o con ese liberador Sarao de la Chacona que suena tan suyo. Y, sobre todo, nos quedamos con ese Perrate ancestral y vanguardista que, como Lagos con su guitarra, es canalla y primitivo al mismo tiempo.