Texto: Estela Zatania
Fotos: La Bienal
Pepa Montes & Ricardo Miño
«Una mirada hacia dentro»
Antonio Reyes, Manuela Cordero,
El Junco, Eli Parrilla
«Son de Peñas»
Sábado, 22 de septiembre, 2012
Especial 17 Bienal de Flamenco de Sevilla – Toda la información
No sé si los programadores de la Bienal de Flamenco de Sevilla tienen en cuenta la combinación de obras y recitales en un día determinado…es decir, si se busca una compatibilidad entre lo que se ofrece en los diversos escenarios, si se buscan los contrastes o si no se tiene en cuenta siquiera.
El caso es que la jornada de sábado, con o sin intención, sirvió de laboratorio, una especie de estudio de campo sobre el dilema permanente de lo jondo: cómo representar el flamenco para que el gran público conozca y sienta su fuerza y comprenda por qué es ahora considerado patrimonio de la humanidad.
A menudo los críticos nos quejamos de una excesiva teatralidad, o de guiones rebuscados que se imponen y dejan nuestro querido flamenco marginado, maltratado o incluso deformado. En esta ocasión, hemos podido contemplar dos maneras actuales de colocar cante, baile y guitarra tradicionales en un escenario sin grandes pretensiones conceptuales.
A las ocho y media de la tarde, en el Teatro Lope de Vega, dos veteranos muy admirados en Sevilla han abordado el desafío como honradamente han podido. Ricardo Miño, guitarrista rompedor en su día, y Pepa Montes, continuadora de la “escuela sevillana” del baile, siguen luchando para mantener su relevancia en un mundo flamenco de jóvenes de un nivel extraordinario. El resultado ha sido un espectáculo retro con altibajos donde hemos podido contemplar el baile de principios de la década de los setenta cuando Montes fue premiada en el Concurso de Córdoba. El baile flamenco ha evolucionado dramáticamente desde entonces, casi tanto como la guitarra. Hoy en día dominan las formas de Galván y de los Farrucos, y la escuela sevillana lo tiene crudo para defender su minimalismo y ausencia de efectismo frente a aquellas dos movidas tan dinámicas. De hecho, apenas hay jóvenes que eligen este camino, y los principales intérpretes que lo cultivan están en la etapa final de sus carreras. La ansiada globalización ha sido un pacto con el diablo, y nos ha conducido a un tipo de flamenco cada vez más extravagante y de un alucinante virtuosismo.
Pepa Montes y Ricardo Miño se entregaron, pero el efecto global fue mermado por una puesta en escena poco eficaz. Es como si la pareja no se decide si presentan una obra o dan un recital. Los bailaores Abel Harana y Manuel Bellido y cantaores Vicente Gelo y José Méndez cumplieron con profesionalidad, y el que todavía no ha descubierto la discreta excelencia de este Méndez, es porque no ha querido. Los graciosos palmeros, El Oruco y Miguel el Rubio, ofrecieron sendos momentos de baile, hubo un extraño garrotín sin cante y unas bellas alegrías en bata de cola blanca que Miño tocó en La, aumentando el efecto nostálgico.
Después del teatro, acudimos al Espacio Santa Clara que ofreció un ambiente más informal, y posiblemente más apto para el disfrute del flamenco tradicional. “Son de Peñas” fue el título de este muestrario de jóvenes artistas. En el patio del histórico convento equipado con mesitas donde puedes disfrutar de copas y tapas, el cantaor de Chiclana, Antonio Reyes, con Diego Amaya a la guitarra, demostró por soleá, tangos y bulerías que sigue madurando admirablemente y tenemos cante para rato con este joven.
La bailaora Eli Parrilla ofreció un curioso popurrí de estilos…tanguillo a lo Rosario (la de Antonio) con escobilla de alegrías, una larga falseta de Diego del Gastor coreografiada o el Romance anónimo con muchas patadas de bata de cola. La cantaora roteña Manuela Cordero, flamante ganadora del Concurso de Mairena, con Antonio Carrión a la guitarra, cantó por cantiñas, siguiriya y bulerías.
La figura que más impactó fue el bailaor gaditano El Junco que se encargó de cerrar la velada con un excelente atrás compuesto por Rafael Rodríguez a la guitarra y los cantaores David el Galli y Juan José Amador. El bailaor se ganó al público por soleá con la extrema elegancia de sus formas, su aplomo y su cante por bulerías al final.
Y queda demostrado que la receta sigue siendo buena: haz lo que mejor sabes hacer de la manera menos rebuscada, luego, échale papas y personalidad.