Ficha artística. Voz: Pedro ‘El Granaíno’. Guitarras: Antonio Patrocinio y El Perla. Piano: Cristian de Moret. Coros y palmas: Los Mellis. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: 14 de septiembre de 2018. Aforo: Lleno
Sara Arguijo
Especial – La Bienal de Flamenco – toda la información
Entre vítores de “grande”, “enorme”, “viva el flamenco” y “ole los metales” se fue Pedro el Granaíno después de más de quince minutos de aplausos en una noche gloriosa donde el cantaor se consagró como primera figura de lo jondo.
En realidad, así se sintió desde el inicio en el patio de butacas. Porque, tras dejar clara cuál es su búsqueda en lo jondo en la canción ‘Dicen que para cantar’, que interpretó junto al piano de Moret y donde abogó por el corazón como principal arma, y demostrar luego por soleá su sensibilidad y su buen gusto, ya se había metido al público en el bolsillo y la cosa sonaba a triunfo.
De hecho, es ésta una de las principales cualidades de El Granaíno, que hace lo jondo accesible a espectadores ajenos por la belleza con que suena su misteriosa garganta y por su innata capacidad para transmitir emociones en todo lo que canta, aunque sean palos duros. Por eso, no nos extrañó cuando, en una dedicatoria a su hija Silvi, contó que a ésta sólo le gustaba “su papa y Maluma”. Al fin y al cabo, en él conviven referentes clásicos, como Tomás Pavón o Chocolate, junto a otros contemporáneos –Camarón, Morente, Remedios Amaya, Rancapino- con los que reivindica el gran acervo de un flamenco ochentero y conecta con generaciones más jóvenes.
Con el tiempo, además, ha sabido desprenderse de ciertos vicios del cante de atrás y conociendo mejor aquello que puede ofrecer. Y, en estos momentos, el Granaíno canta más seguro, masticando los tercios y arañando las palabras hasta tal punto que cuando dice aquello de abierta estaba la rosa (de El Lenguaje de las flores de Morente) parece estar de verdad deshojando la flor con su eco. “A veces llora cantando”, le oímos decir a su tía desde el asiento de atrás.
De todo el recital nos quedamos con el principio y, sobre todo, con las mecidas soleares y los delicados tientos en los que la guitarra idealista de Antonio Patrocinio fue empujando el columpio del cante y arrancando aplausos espontáneos. El guitarrista, quizás no suficientemente reconocido, le supo acompañar magistralmente durante toda esta primera parte (que completó con granaína y malagueña por abandolaos y tangos), dándole al cantaor el aire de fantasía que necesitaba. Para regresar a la tierra por seguiriya, levante y bulerías, otro guitarrista: el Perla, una sonanta caliente y flamenquísima que llevó al de Granada a otro territorio más firme. Y en todo momento, el compás y los coros melódicos de unos gustosos Mellis.
En definitiva, una mágica noche de cante donde ganó la emoción. Esperamos, eso sí, que el cantaor nos ofrezca ahora un repertorio renovado con letras nuevas y propias y no se quede en reproducir las que le llevamos oyendo demasiado tiempo.
Fotografías: Oscar Romero / La Bienal