Resumen: Paula Dominguez Jesús Méndez Dolores la Agujetas Toni el Pelao y La Uchi- 16 Festival Flamenco Ciutat Vella de Barcelona
16 FESTIVAL FLAMENCO CIUTAT VELLA |
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Especial 16 FESTIVAL FLAMENCO CIUTAT VELLA, programación, reseñas, fotos y videos La escuela Durante mucho tiempo el flamenco encontró su vía natural de transmisión en el vínculo familiar. Hoy ya no es así, ni tiene por qué serlo, pero el caso es que ese traspaso de información sigue conservando unas señas de identidad que lo hacen irrepetible, bien desde el punto de vista artístico, o bien desde la perspectiva antropológica. En el caso de la última jornada del Festival Flamenco Ciutat Vella se fundieron esas dos visiones. La de los Agujeta es una dinastía de las que pueden considerarse troncales en el desarrollo del flamenco, ya no solo en vertical (Dolores, Manuel, Agujeta el Viejo), sino por toda la ramificación horizontal de esta casa gitana. Pero lo que sigue caracterizando a la marca “Agujeta” es su visión del cante absolutamente salvaje. Ni siquiera en el caso de intérpretes femeninas, como es el caso, se ve un atisbo de dulcificación, al menos en los estilos más básicos. Ellos apelan directamente al duende. No hay lugar para el barroquismo. En cada copla se entra a matar. Y tampoco hay una ordenación metódica dentro de cada pieza, sino que se termina prácticamente por intuición. Tras los tientos-tangos, la soleá, los fandangos y la seguiriya. Todo su dolor se sirve en estado puro, como “El grito” de Munch. Toda una experiencia. Eso sí, una diferencia notable con su progenitor es el cante de la bulería, que Dolores ajusta sin problemas al compás jerezano de su hijo, Dieguito de la Agujeta, en la guitarra. Y en ese fin de fiesta participaron seis hijos más de Dolores: es el ejemplo más evidente de esa forma de transmisión vivencial del flamenco. El público se volcó con ellos. Cerró la noche otra dinastía: la de los Pelao. Otra vía paralela de transmisión de la información flamenca. En esta escuela familiar encontramos al Pelao Viejo, Fati, Faíco, El Gato o Juan El Pelao. Hoy Toni el Pelao es quien lleva la herencia bailaora de la familia, pero también encontramos en esa saga la preciosa voz de Charo Manzano –colaboración especial en este espectáculo- o la joven guitarra de Luís Miguel Manzano, ambos presentes ayer en las tablas del Pati de les Dones. Con el Pelao y La Uchi que nadie espere grandes alardes técnicos ni acrobacias. El suyo es un baile de sentimiento, de estampas, de gravedad, donde la estética se cuida hasta el último detalle, donde la colocación es pieza angular, donde las manos van al chaleco y la verticalidad se compromete, donde los trajes y los vestidos expresan por sí solos, donde hay armonía entre el sentido de la música y el sentido del baile, pero sobre todo, donde el baile se oficia despacio y por inspiración, como el buen toreo. Algo, en fin, difícil de encontrar en estos tiempos. En la caña estuvieron juntos. Después se marcó Uchi unas alegrías. El Pelao hizo su ancestral farruca y terminaron los dos por romeras. En medio unos sobrecogedores tarantos de Charo Manzano y una emotiva soleá de Pepe Jiménez. También el público disfrutó presenciando esta casi extinguida escuela de baile. La sesión de tarde en el Hall del CCCB se abrió con Paula Domínguez. Originaria de Málaga, pero hoy ciudadana de Barcelona, esta cantaora puede representar el ejemplo de otra escuela: la que se tiene que adquirir fuera del seno familiar. Y en ese objetivo no escatima esfuerzos. Nada flamencona en su atuendo, este era su estreno público, según confesó. Y fue valiente porque lo hizo por petenera… Tiene una voz vibrante y sabe modular. En esa voz se apoya para acometer cantes difíciles como las soleares de la Serneta. Pero quizá le faltó llegar a la emoción. Creo que los nervios le hacían preocuparse más por resolver bien técnicamente que por disfrutar y transmitir. Será cuestión de tablas. Jesús Méndez (volvemos a otra dinastía de arte), sin embargo, ya va sobrado de tablas y de escuelas. Con una voz dura, jerezana, es capaz de emocionar desde el primer momento, y lo hizo con el romance y el pregón sin guitarra. El cante jerezano es otro mundo de sensaciones. Como se entiende allí, no se entiende en ningún sitio, eso está claro. Con dolor, con pelea, con arte, bajando el cante a las entrañas. Así cantó por soleá y por seguiriya. En realidad, Jesús Méndez casi no tendría que estar en este escenario del Hall, reservado este año a jóvenes valores, sino en el del Pati de les Dones, porque este cantaor tiene ya la madurez suficiente como para ser considerado como figura consagrada.
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