Espectáculo: Alegorías (El límite y sus mapas). Baile: Paula Comitre y Lorena Nogal. Guitarra: Juan Campallo. Cante: Tomás de Perrate. Percusión: Rafael Moisés Heredia. Lugar: Teatro Central. La Bienal de Flamenco de Sevilla. Fecha: Lunes, 19 de septiembre. Aforo: Lleno.
Con la expectación de ver a la bailaora más joven de esta Bienal (Premio Revelación en 2020 el Festival de Jerez con Cámara abierta y Giraldillo Revelación en la pasada edición de la cita sevillana) en su primer espectáculo de dirección propia (en co-producción con el Teatro Chaillot de París), se llenó el Teatro Central de programadores, artistas y curiosos dispuestos a introducirse en el “viaje inmersivo” que proponían estas Alegorías.
Sin embargo, los mapas que dibuja Paula Comitre en la obra desvelan más sus límites que los territorios conquistados. Entre otras cosas porque lejos de permitir deslumbrarnos con su baile luminoso, elegante y delicado, con el que sorprendió por ejemplo a su paso por el Flamenco Festival, se introduce aquí en un complejo y poco fructífero diálogo con la bailarina de contemporáneo Lorena Nogal en el que ninguna parece salir ganando.
Es decir, en lugar de buscar posicionarse como la bailaora que sabemos que puede ser -y esperamos que sea-, Comitre ha optado por explorar terrenos desconocidos en los que termina perdiéndose. Diluyéndose, quizás por inexperiencia, entre un concepto filosófico demasiado ambicioso, una escenografía a ratos sucia y un elenco que no le sirve para desplegar sus virtudes (en especial Tomás de Perrate cuyo mundo no empasta con la ingenuidad de la artista).
En este sentido, la sevillana centra la propuesta en el movimiento, dando prioridad a la dualidad de los cuerpos, el mismo leitmotiv de las Antípodas de Florencia Oz e Isadora O’Ryan, al que recordaba también incluso los tonos ocres del vestuario. Lo que ocurre que el proceso, más que en lo emocional, se traduce en sincronizadas coreografías donde ambas construyen imágenes desde lo físico, introduciendo cada vez un elemento distinto (como el abanico, el pandero o la cortina de tul) que estiran en exceso. Sin que sepamos muy bien hacia dónde quieren llevar.
Por supuesto, en la auscultación meticulosa a la que juegan encontramos ideas interesantes, pero, creemos, no era éste el lugar ni el momento (personal y artístico) para este espectáculo. Desde luego es evidente que Paula -y también Nogal, una de las mejores bailarinas de lo suyo- tiene carisma, talento y baila muy bien. Pero lo sabemos más por otras veces.
Fotografías: La Bienal / Claudia Ruiz Caro