XXIII FESTIVAL DE JEREZ
Patricia Guerrero “Distopía”
Martes, 5 de marzo, 2019. 2100h. Teatro Villamarta
(fotos / video / english show review)
Estela Zatania
Baile: Patricia Guerrero. Guitarra: Dani de Morón. Bajo eléctrico, contrabajo: José Manuel Posada “Popo”. Percusión: Agustín Diassera. Cante: Sergio “El Colorao”. Cante lírico, actriz: Alicia Naranjo. Baile: Ángel Fariña. Baile, actor: Rodrigo García Castillo. Dirección artística, coreografía: Patricia Guerrero. Dirección escénica y dramaturgia: Juan Dolores Caballero. Diseño de iluminación: Manuel Madueño.
No es necesario entender. A veces basta con sentir. ¿”A veces” he dicho? Creo que siempre. O al menos, debería de ser así en los empeños artísticos. No quiero que nadie me explique la obra de Bach, los cuadros de Picasso ni “Distopía” de Patricia Guerrero. Sin ánimo de ofender a aquellos dos genios, humildemente ofrezco la observación, tras haber estado anoche en el Teatro Villamarta, que el arte grande no tiene libreto.
En este 23º Festival de Jerez, tras una quincena de obras arriesgadas (palabra que inspira desconfianza) o rompedoras (Dios me libre), la que escribe y te habla, la que goza de libertad condicional tras acusaciones infundadas de haber cometido purismo, pongo por ejemplo y en mi defensa a Patricia Guerrero. La vi ganar el premio Desplante en el concurso de La Unión en el 2007, muy merecidamente, y la he visto anoche, doce años más tarde. La maduración se puede dar por exitosa y todavía en proceso, y el resultado puede ser disfrutado por cualquiera.
Excepto por el tópico del sonido tic-toc al comienzo y al final, la mayor parte de esta obra es refrescantemente original gracias a la inteligencia y buen gusto de la Guerrero que firma la dirección artística y coreografía. Hay momentos plena y abiertamente flamencos, notablemente la soleá y las alegrías, y como siempre, bulerías, pomada auditiva que todo lo cura. Pero cuando no hay ánimo de flamenco, no se rompe el hilo, que no es narrativo sino sensorial.
El lenguaje físico de Patricia Guerrero, poco tiene que ver con el de otros. Emplea a gran efecto los movimientos robóticos, lo justito para sorprender o incluso despistar, no vaya nadie a aburrirse. Cruza la pista en diagonal “caminando” sobre glúteos. Nos fascina al compás binario del cuatro por cuatro – misterio, amor, seducción y tres hombres que sirven de una especie de coro griego con sacos/máscaras de papel sobre la cabeza, y un bellísimo paso a dos. Es la escuela de “¿y porqué no?”
Elementos imprescindibles y eficaces: la música brillante de la guitarra de Dani de Morón, la del bajista José Manuel Posada “Popo”, el cante lírico de Alicia Naranjo, el baile expresivo de Ángel Fariña y Rodrigo García Castillo, además del cante de Sergio “El Colorao” y la percusión de Agustín Diassera. Y mira, tanto que me quejo de la insuficiente iluminación de otras obras, aquí el responsable de la misma, Manuel Madueño, se merece un monumento.
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