Texto: Sara Arguijo
Fotos: Adam Newby
Guitarra: Miguel Iglesias Cante: José Ángel Carmona Percusión: Agustín Diassera Violín, artista invitado: Bruno Axel – Teatro Central de Sevilla – 10 de mayo de 2016
Patricia, de los espacios infinitos
Qué suerte que no todo esté inventado como suelen sostener los agoreros defensores de un flamenco enquistado y víctimas de la peor de las nostalgias. Qué suerte -pensamos- porque a otros no nos importe cuántas veces se haya escrito del amor y de qué maneras distintas para seguir emocionándonos con ocurrencias nuevas. O, a lo que vamos, en cuántas ocasiones vemos bailar para asombrarnos como hicimos con Patricia Guerrero.
Magnética, versátil, elegante y expansiva, la bailaora ha dejado ya de revelarse para rebelarse. Con una seguridad pasmosa puso el pie –y todas sus ganas- en el escenario para arrastrar al público a espacios infinitos. Un universo propio, creativo y repleto de matices, en el que se fue moviendo serena y confiada, arropada en todo momento por un atrás exquisito y una cuidada puesta en escena.
Así, vimos a bailaoras distintas en las seguiriyas, soleares por bulerías, tangos y en la fantasía sobre un tema de Bach porque su concepto dancístico -flamenco, contemporáneo y clásico- estuvo en todo momento supeditado a la expresión. Es decir, Guerrero tiene la capacidad de crear atmósfera con su baile, transmitir sus intenciones y resultar creíble. Y, aunque siga mostrando su fuerza, manejando una técnica brutal, un zapateado veloz y coreografías electrizantes como en sus inicios, ahora además paraliza al espectador con su mirada y lo atrapa después con sus eternos brazos -¡por cierto, qué brazos!-.
Por eso, hubo quien al verla esconderse por bambalinas soltó un inevitable y profundo suspiro. Luego, todo el público en pie aplaudiendo la sorpresa.