Ficha artística. Distopía. Baile: Patricia Guerrero. Guitarra flamenca: Dani de Morón. Bajo eléctrico, contrabajo: José Manuel Posada ‘Popo’. Percusión: Agustín Diassera. Cante flamenco: Sergio ‘El Colorao’. Cante lírico: Alicia Naranjo. Baile: Ángel Fariña y Rodrigo García Castillo. Dirección escénica y dramaturgia: Juan Dolores Caballero. Diseño de iluminación: Manuel Madueña. Lugar: Teatro Central. Fecha: 9 de septiembre de 2018. Aforo: Lleno.
Sara Arguijo
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Patricia Guerrero es una bestia escénica. Una bailaora de una fuerza sobrenatura, con una increíble capacidad interpretativa y recursos infinitos. Inquieta, original, distinta. La más femenina, y sugerente y la más robusta y árida en cuestión de minutos. Abrumadoramente segura, todopoderosa e inteligente. Y, quizás la más flamenca de las contemporáneas.
Por eso, y porque con ‘Catedral’ se hizo con el Giraldillo al Mejor Espectáculo de la pasada Bienal, la esperaba un Teatro Central lleno a rebosar para recibir su ‘Distopía’, la segunda propuesta que lleva a cabo bajo la dirección de Juan Dolores Caballero y cuyo título no terminamos de entender.
Aquí la granadina vuelve a profundizar en su condición de mujer para sumergirse en un mundo incómodo que le marca el ritmo de su baile y de su vida. Desde ahí, desde este sistema aparentemente perfecto y utópico, en el que sus muñecas y su rostro se mueven al compás de un metrónomo (en una impactante apertura), la bailaora inicia su particular lucha. Sacando músculo, sin metáforas, para enfrentarse a todo aquello que la oprime.
De esta forma, Guerrero va rompiendo dogmas fundamentes como el que impone el modo de ponerse la bata de cola. Colocándosela ella delante en una espectacular soleá que la hace acabar por los suelos y que termina por ser de los mejor de la noche.
Y de la ‘Fuerza’ a ‘El Amor’, como ese sentimiento irracional e incontrolable que te hace creer que la vida es mejor pero que te vuelve al mismo tiempo tan vulnerable que puede llevarte al abismo. En este punto, la única opción posible para la liberación es la locura y ahí se deja caer Patricia tras una frenética tensión, a ratos insoportable.
Este es, grosso modo, el argumento de una obra irregular pero con una factura técnica y artística exquisita, amparada con la iluminación de Madueña, y en la que brilla sobremanera la dirección y composición musical de Dani de Morón. El guitarrista, con el apoyo del siempre elegante, intuitivo e impecable Agustín Diassera, crea la atmósfera asfixiante, fantasmagórica, onírica y futurista que se requería, dejando momentos especialmente bellos como la canción que la artista baila a dúo con Ángel Fariña en un claro guiño a Pina Bausch.
Por lo demás, como decimos, un ritmo desigual y bastantes altibajos. Recursos escénicos que sobraban y algunas incoherencias difíciles de comprender. También excesiva frialdad y poco lugar para las emociones, a excepción de las piezas más flamencas: los tientos, la soleá y las cantiñas del carril donde vimos y disfrutamos de la Guerrero más esplendorosa. La que, a sus años, es capaz de darle un nuevo giro a la danza flamenca actual.
Fotos: Oscar Romero – La Bienal