Texto: Sara Arguijo
Fotos: Oscar Romero / La Bienal
Baile: Pastora Galván Cante: Angelita Montoya, Jeromo Segura y La Tana Guitarra: Juan Requena Percusión: José Carrasco Acordeón y zanfoña: José Manuel Vaquero «El Pájaro» Contrabajo: Álvaro Ramos – Teatro Lope de Vega – Miércoles 28 de septiembre
Pastora Galván: la Gipsy Queen
Si Pastora Galván gusta es por su gracia natural, su carnalidad, su guasa, su pasión. Porque baila con el desparpajo de una vieja resabiada, porque sonríe, porque escucha Triana y se le pega el dulce de los buñuelos en el abdomen, porque se sabe poderosa y señala al público con el dedo, porque no se escaquea, porque manda en el escenario, porque se pone en jarras y uno no se atrevería a decirle ni pío, porque antepone el golpe de cadera a la elegancia y austeridad que ahora tanto se valora. En otras palabras, Pastora es puro enterteiment. Sevilla en su barroquismo. La Macarena del tres veces guapa. La bailaora que si recomiendas sabes que siempre va a hacer disfrutar. El centro de los corrillos de feria. Un farolillo. La Gipsy Queen.
Y estas virtudes, además, ha sabido encontrarlas, revisarlas, defenderlas e incluso cuestionarlas a lo largo de una trayectoria profesional de la que se cumple ahora este año una década (fue en 2006 cuando estrenó ‘La Francesa’). Pero en ‘Mírame’, la propuesta que pretendía hacer un repaso por todo “Lo que he hecho, lo que estoy haciendo y lo que aún haré”, tal y como se señalaba en el folleto, Pastora se ha quedado en la caricatura de lo que de ella se espera y, desde luego, no ha sabido exponer con claridad dónde tiene puestos sus ojos.
Más bien, el espectáculo se planteó como un ‘medley’ cuyo desarrollo no tenía más hilo conductor que el que imponía la propia Pastora. Claro que disfrutamos de este remix por bulerías, soleás por bulerías y tangos que, aunque entrecortados, nos hacen disfrutar de lo más primario del arte. También del número de bata de cola de ‘La Francesa’, de su recuerdo a Loli Flores –en las seguiriyas con castañuelas– que mostró en ‘Identidades’, de la vertiginosidad que ya mostró en ‘Moratana’ con la música andalusí como telón de fondo. E, incluso, quizás porque compartimos generación, barrio y declarada debilidad por lo ‘hortera’, de la reivindicación del loilaleo en dónde intuimos que pueden estar sus nuevos pasos y donde. Pero, desde luego, no desde la incoherencia argumental, con interludios completamente innecesarios (¡esos diez minutos de La Tana!) y no desde la peor parodia de lo que uno es.
El final nos dejó fríos porque no pudimos entender hacia dónde irá esta Pastora. Y porque pese a que esta ciudad, que tanto se reconoce en ella, esté dispuesta a acompañarla adonde sea necesita que Galván primero se defina y después construya su discurso con sosiego, perspectiva y juicio.