Silvia Cruz Lapeña
Fotos: Ana Palma
A través de gags irreverentes y buenas interpretaciones musicales, los gaditanos hicieron un repaso al mundo jondo poniendo de relieve todas sus contradicciones.
Especial Festival de Jerez – Toda la información
Lo mejor para querer, cuidar o reñir bien a los demás es empezar por uno mismo. Y eso es lo que hicieron David Palomar, Riki Rivera, El Junco y Roberto Jaén en ¿Qué pasaría si pasara?, un canto a la libertad que llevaron al Festival de Jerez e iniciaron con un guirigay de lugares comunes sobre su tierra, Cádiz, y los gaditanos. “Que en Cádiz sabemos dolernos”, “Que todo no va a ser sal”…. Y así arrancó el espectáculo más original y sano que ha parido el flamenco en los últimos años, un show en el que sus protagonistas fueron hombres orquesta que hacen de todo porque así son estos tiempos y ellos, ayer lo dejaron claro, son hijos legítimos del presente.
Desmenuzar los chistes y los monólogos sería escatimar al espectador futuro una hora y media de ingenio, un rato en el que si usted es flamenco o conoce sus códigos disfrutará (o le molestará) doblemente. Porque los cuatro ARTISTAS (y déjenlo así, en mayúscula, que no es errata sino reivindicación) dieron vueltas al espejo en el que se habían mirado para hacerle un psicoanálisis al mundo jondo del que no se libró nadie: los colegas, la crítica, la prensa, los aficionados y los teóricos.
Irreverentes
Pero el movimiento se demuestra andando y no puede uno llamarse flamenco si no sabe cantar, bailar o tocar algo. Por eso, tras cada broma sangrante pero terapéutica vimos a El Junco bailar unas alegrías deliciosas. Y tras un speech vital lleno de verdad y de dardos, Rivera hizo un solo de guitarra por milonga y guajira que valió por un recital entero. Jaén acompañó a la percusión a un nivel excelente y Palomar hizo gala de garganta y con su voz colocada bien arriba cantó por soleá, por tanguillos, por seguirilla o por bulerías como le dio la gana.
Fue casualidad, pero fue muy oportuno que el cuarteto actuara en Jerez el mismo día en que la ciudad y las redes sociales echaban chispas por el desnudo de Rocío Molina en Caída del cielo. Imposible encontrar mejor revulsivo para desactivar tanta bilis, tanta cerrazón y tanta podredumbre del seso y del alma de quienes interpretan el cuerpo de una mujer en cueros como una ofensa a un arte entero. Por eso fue providencial que anoche llegaran ellos, que se rieron hasta de Don Antonio Mairena, buscaron al duende con mucha chufla y acabaron encontrándolo en David el Gnomo. Aunque fue divertídismo, seguro que alguien se ofendió, pues estamos comprobando que la piel de un español (no digamos si es flamenco) se ha vuelto tan fina últimamente como la libertad de expresión.
Crítica política y social
“Un flamenco sin duende es como una Casa Real sin un carajote”, dijo Palomar en la tanda de reproches a una clase política corrupta. “Igual si le decimos a la gente que el cerebro es una aplicación, empiezan a usarlo”, soltó Jaén en otra de las frases con las que analizaron una sociedad alienada. Los ARTISTAS también se burlaron de gaditanos, sevillanos, maños, madrileños o catalanes. Reivindicaron el esfuerzo para lograr los sueños, y no la suerte, y pidieron a la gente que se quiera y deje de hacer caso (en lo jondo y en la vida) a quienes insisten en eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Por todo eso, Palomar, Rivera, Jaén y El Junco no fueron aire, sino viento huracanado que dio al respetable una sacudida necesaria. Hasta organizaron una ouija con la que invocaron a artistas fallecidos y fue la propuesta más arriesgada, la que podía hacer caer por el precipicio el equilibrio logrado hasta ese momento, sin embargo acabó siendo el número más electrizante. No hay que contarlo, hay que verlo, pero se aparecieron Chano Lobato, Juanito Valderrama y Camarón de la Isla y si el resultado fue escalofriante, no fue por tétrico ni por irreverente, lo fue por lo que tuvo de homenaje, de memoria bien entendida y de saber hacer y ser. Para acabar, cada uno habló a través de una voz en off con la que analizaba el espectáculo. “¿Se habrá molestado alguien por lo de Mairena?”, se preguntó Palomar, showman que de haber nacido en Nueva York caminaría por las calles sobre alfombra roja.
A modo de coda, Rivera empleó el tono más dulce para cantar una canción que dice así: “Un segundo vale un mundo entero / y cada cual elige regalarlo / y en qué momento”. Pues eso, quédense con eso si van a verlos, no sólo con los chistes porque un gag es un segundo, pero ¿Qué pasaría si pasara? ahonda en cosas que afectan a la verdad, a la belleza, a la vida, cosas en las que deberíamos detenernos un ratito cada día. Por eso, por favor, Palomar, Rivera, Jaén y Juan: no se os ocurra dar un paso atrás.
Video (presentación en Flamenco Madrid, junio 2017)