Orgasmo colectivo en Ámsterdam con el flamenco de Rocío Molina

Rocío Molina - Caída del cielo

Rocío Molina - Caída del cielo

Texto: Sara Arguijo

Fotos: Marjon Broeks

Espectáculo: Caída del cielo Baile: Rocío Molina Guitarra: Eduardo Trassierra Cante: José Ángel Carmona Palmas: José Manuel Ramos 'Oruco' Percusión: Pablo Martín Jones Dramaturgia: Carlos Marquerie Lugar: Muziekgebouw (Ámsterdam) Ciclo: Bienal de Holanda Fecha: Sábado 28 de enero Aforo: Lleno

 

No señores, no era un día cualquiera. Ayer en Ámsterdam se asistía a la première de lo nuevo de Rocío Molina y aquí el público local había agotado las entradas como ya lo hizo el martes en Maastricht, consciente del privilegio que suponía tener a la artista con un espectáculo que hasta ahora sólo se había podido ver en Francia y del que, sin embargo, hablaba ya medio mundo. Por eso, hasta minutos antes encontramos holandeses esperando en la taquilla por si la casualidad les permitía conseguir una entrada y muchos aficionados españoles reconocían también haber cogido un vuelo únicamente por no perderse el momento. 

Ya en el patio de butacas, cuando las luces se atenuaban anunciando el inicio, mi compañera de asiento se frotaba las manos entusiasmada mientras exclamaba un determinante ‘Let’s go’, la síntesis que sin duda mejor resumía la expectación que se respiraba en el teatro.

Sinceramente, lo que consigue Rocío Molina y los cuatro artistas que la acompañan en esta propuesta -¡qué cuatros!– es sencillamente genial y, aunque doce horas después de digerirlo sigamos buscando adjetivos grandilocuentes, resultan insuficientes, vacíos y presuntuosos. Sobre todo porque si son seguidores de la bailaora deben saber que ésta es probablemente su mejor obra y si dejaron de entenderla en ciertos momentos les alegrará saber que aquí les sobrarán los motivos para reconciliarse con su baile. 

Es decir, en ‘Caída del cielo’ Rocío Molina se libera de ataduras para, con apabullante seguridad, construir un discurso original, coherente, sincero y visceral que transita en forma de tríptico por los claroscuros del Edén, las Delicias y el Infierno, tal y como lo El Bosco en ‘El jardín de las delicias’, cuadro que como contó en el posterior encuentro le ha servido de inspiración junto a la ‘Divina comedia’ de Dante o ‘El cantar de los cantares’.

Así, retales de fandangos, garrotín, tangos, rumbas, seguiriyas, una soberbia soleá que debería ser registrada con ‘Marca España’ y hasta la reconocible intro de ‘La Leyenda del tiempo’ de Camarón, aparecen y se interrumpen, se mezclan y se distorsionan bajo la excelente composición musical de Trassierra para que la bailaora no sólo muestre sus indiscutibles cualidades técnicas sino que plantee piezas hilarantes que mantienen al espectador completamente alerta la hora y media que dura la obra.

El baile en bata de cola sobre el suelo, la torera con rodilleras, la bruja y su escoba, el arnés con patatas chips, el cuerpo que derrama sangre… son la forma que Rocío encuentra para reivindicar “esta belleza tan asquerosa”, explicaba, que es el cuerpo de la mujer y su feminidad. Pero no desde la indignación sino también desde el humor, la serenidad y la firmeza. 

La caricia y el azote, el ruido y el silencio, el placer y el dolor, amor, destrucción, sexo. Un recorrido hasta el éxtasis final en el que la artista fue penetrando a los espectadores hasta acabar en un orgasmo colectivo. Aún seguimos exhaustos. Y sí, muchos necesitaron cigarrito.

 

 

 

 


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