Texto: Sara Arguijo
Fotos: Miguel Valverde
Argentina, La Lupi, Pastora Galván, Tomatito, José Antonio Rodríguez, Marina Heredia, Juan Valderrama, Yo Canto Al-Andalus, David Palomar + UHF
La más blanca noche del flamenco
Un festival empieza a ganar entidad cuando es posible hacer comparativas entre sus distintas programaciones, observar la respuesta del público y analizar su evolución. En esta tesitura se encuentra La Noche Blanca del Flamenco de Córdoba que, con nueve ediciones a sus espaldas ha conseguido situarse como una de las citas jondas imprescindibles –la única con vocación callejera y completamente gratuita-, pero que encara su décimo aniversario con el desafío urgente de marcar la línea que defina su futuro.
Es decir, la fantástica aventura de abrir esta preciosa ciudad al mundo, favorecer su tejido artístico (que cuenta con una excelente oferta académica) y ‘democratizar’ el flamenco, convirtiéndolo en un arte cercano que compartir debe ahora plantearse sus objetivos, a tenor de los irregulares resultados de sus últimas convocatorias.
Así, la pasada madrugada del domingo, la ciudad califal repitió el triunfo de reunir a miles de personas dispuestas a disfrutar de las nueve propuestas de cante, baile y guitarra que este año homenajeaban a Andalucía. Si bien la afluencia de público estuvo bastante lejos de las cifras de años pasados donde prácticamente no se podía andar por la calle.
Un cartel “demasiado flamenco”, según algunos, sin ningún nombre que cediera a fusiones populares, o la desgana de los propios cordobeses por peregrinar en la romería para asistir a propuestas con protagonistas para ellos habituales hizo, en fin, de ésta una noche más blanca que otras anteriores, en la que probablemente se disfrutó más del arte en un ambiente más respetuoso y relajado y con menos incidentes. Pero, claro, sin los llenazos de Niña Pastori, Estrella Morente, Sara Baras o Miguel Poveda, entre otros. Si se prefiere una cosa o la otra. Llegar a un público de masas que se divierta en este maratón nocturno o promover un flamenco más ortodoxo será cuestión de reflexión para la próxima década.
El caso es que bajo una imponente luna llena y una ciudad en plena evolución de alegría se pudieron disfrutar de momentos mágicos. De la poderosa voz con la que abrió el telón Argentina en Las Tendillas en un precioso recital que arrancó las ovaciones de los asistentes en numerosas ocasiones. De la fuerza de Pastora Galván, que triunfó con su ‘Moratana’ en la Plaza Compás de San Francisco (sobre todo con su ‘Vito vito’). De la exquisitez de La Lupi en el entorno de La Calahorra. Del compás de la guitarra de Tomatito que, sin embargo, suscitó alguna queja por lo corto de su propuesta. De la riqueza de la sonanta de José Antonio Rodríguez, que puso banda sonora a su ciudad en el patio de la Mezquita. De los melismas dulces de Juan Valderrama, que se acordó también de su padre en la Plaza del Potro. De la energía de los alumnos de la Escuela Yo Canto y su fusión árabe-flamenca en la Plaza de Jerónimo Páez. Y, por supuesto, del arte, la gracia y el buen gusto del gaditano David Palomar y los Ultra High Flamenco, que directamente la liaron parda a última hora en la Plaza del Triunfo. Así que un olé por estos ratitos. ¡Da gusto reunirse en torno a este arte y que las calles resuenen al compás de las palmas!